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Un boxeador incontrolable: Jack La Mota vs Jack La Mota

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Rienzi Pared PérezSanto Domingo, RD

Cuando Robert De Niro leyó el libro basa­do en la histo­ria de Jake La Motta (un boxeador new­yorkino en la década de los años cuarenta del pasado si­glo XX), no vaciló en la idea de representarlo en la pan­talla grande. Después de muchos intentos, conven­ció a Martin Scorsese para la puesta en escena porque confiaba tanto en su capaci­dad interpretativa como en la maestría del director. Y así sucedió.

“El Toro Salvaje” es la vi­da del legendario boxea­dor. Un joven italo-ameri­cano quien, se entrena con su hermano Joey (Joe Pes­ci), para conquistar la faja mundial semi-pesada. Que­ría ser el mejor, el número uno. Lo que sucede es que dentro de sí, el personaje posee una cadena de demo­nios que no logra controlar, tales como rabia, ira, celos patológicos y una predilec­ción por comer sin restric­ciones, hecho que lo lleva a la obesidad y perder todo lo que había conseguido en el boxeo.

En el guion se destacan tres relaciones en la vida del boxeador. La primera es con su hermano Joey, la segun­da con su esposa Vicky, y la tercera la que sufre por sí mismo. Esas relaciones mi­naron su espíritu y el cas­tigo por ellas era superior a los golpes recibidos en el cuadrilátero. Es una histo­ria llena de tensión; pero en el camino, el protagonista busca definirse como perso­na y como boxeador. Es un verdadero drama ya que el protagonista buscaba ser alguien y terminaba sien­do otro. Era muy frustrante escucharlo decir que nun­ca iba a ser el mejor aunque fuera campeón del mundo.

Su frustración estaría vinculada a una desinte­gración emocional en dife­rentes etapas con múltiples causas y consecuencias. La frustración viene a supo­ner la privación de una sa­tisfacción vital. Como dice Steven Jay en su libro de las 1001 películas que hay que ver antes de morir: “Toro Salvaje es también una ex­ploración poética y atrevi­da del alma de un hombre incoherente y violento. En ningún momento excusa sus numerosos y horribles defectos mientras nos en­seña el castigo físico y psi­cológico que recibe e inflige a otros, mostrando la miso­ginia profundamente arrai­gada (y la homofobia furi­bunda) que caracteriza su mundo limitado.” En fin, es un individuo con problemas que lo van destruyendo.

La fotografía en blanco negro de Michael Chapman crece con los movimientos de cámara encima del cua­drilátero. Estas imágenes transformaron el tema del boxeo en un deleite visual al margen de los golpes y la sangre. El espectador baila­ba al compás de los boxea­dores y se incluía como pro­tagonista de los combates. La actuación de Robert De Niro no tiene paradigma. Captó tanto la esencia del personaje que aumentó 60 libras de peso corporal para adaptarse al personaje real. Su convincente protagonis­mo le valió el Oscar como Mejor Actor del 1980.

El filme es uno de los me­jores trabajos de Martin Scorsese como director. Por él, la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas lo nominaron a ocho cate­gorías, resultando ganado­ras en dos sin contar otros galardones internacionales.

“Toro Salvaje” es una en­señanza sobre un individuo que muestra una faceta de autodestrucción por su ca­rácter neurótico y posesivo que lo llevará a la soledad de su ser. Esta película es más que boxeo. Es parte de la vida misma.

CURIOSIDADES

Robert De Niro leyó la autobiografía de Jake La Motta durante el roda­je de ‘El Padrino: Par­te II’ en 1974 e inme­diatamente descubrió su potencial con un director como Martin Scorsese. De Niro tar­dó más de cuatro años en convencer a todos, incluyendo a Scorse­se para recrear la his­toria.

Para verse mejor en fo­togramas en blanco y negro, se usó sirope de chocolate para hacer creer que era sangre.

La actuación de Ro­bert De Niro como Jake La Motta fue ubicada en el puesto #10 de las “100 mejo­res actuaciones de to­dos los tiempos” de la revista Premiere.

Martin Scorsese dijo acerca de esta obra: “Yo puse en ‘Toro salvaje’ to­do lo que sabía, todo lo que sentía, y pensé que eso sería el final de mi carrera. Es lo que se lla­ma un film kamikaze: se pone todo dentro, se ol­vida todo y después se intenta encontrar otra manera de vivir”.

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