PANTALLA
“El hombre invisible”: Una historia que explora de muy buena manera la violencia de género
El mito de “El hombre invisible” (The Invisible Man) no es nuevo en el cine. Y digo mito, porque es precisamente el creador de la novela homónima, Herbert George Wells, de 1898, quien le da ese estatus, y convierte en uno de los temas recurrentes de la ciencia ficción.
Esto luego de que muchas culturas, como apuntan Joan Bassa y Ramón Freixas, en su libro “El cine de ciencia ficción” (Paidós Studio, 1993), tuvieran en sus mitologías a seres incorpóreos.
Y como socorrido en el mundo del cine, desde la primera adaptación realizada por James Whale, de 1933, pasando a ser uno de los monstruos clásicos de Universal Pictures, partiendo el panteón junto a Drácula, Frankenstein, El hombre lobo y La Momia.
Hasta más recientes como “The Hollow Man”, de Paul Verhoeven, en el año 2000, se valora mucho más la reciente versión.
Esto porque Leigh Whannell, guionista y director, ha dado un giro a la historia, moviendo la importancia narrativa a la perspectiva de una mujer y no a la del científico que consigue la forma de hacerse intangible.
Ahí radica la esencia del filme, protagonizado por Elizabeth Moss, encarnando a Cecilia Kass, una mujer que huye de su esposo Adrian Griffin (interpretado por Oliver Jackson-Cohen) por ser controlador y abusivo, justo al abrir la cinta.
En ese sentido nos encontramos con una cinta que plantea el abuso de género de una manera contundente, pero sin caer en panfletos, ya que este importante detalle de la trama se desarrolla de manera orgánica.
Moss, quien lleva la carga expresiva del metraje se luce con una variedad de actorales que la alejan de otras caracterizaciones suyas en las que se ha tenido que enfrentar a universos controlados por hombres. Basta recordar su impecable interpretación de Peggy Olsen en “Mad Men” (2007-2015) y Offred en “The Handmaid’s Tale” (2017-).
Unas semanas luego de escapar de su esposo, y permanecer escondida en la casa de un amigo policía, recibe la noticia que su marido ha muerto, por lo que ya no tiene que ocultarse. Aquí es donde empezará su martirio, ya que luego de estar bajo la opresión de Griffin seguirá con la paranoia de sentirse vigilada y perseguida.
Y en este aspecto, la mano del realizador es estupenda al provocar las mayores dosis de suspenso en el espectador, con movimientos de cámara sobre su propio eje, para mostrar los espacios inmóviles en un momento o elementos que se mueven solos en otros.
Y en ese juego visual, que es de lo mejor que tiene la cinta fotografiada por Stefan Duscio, aderezado con la perturbadora música de Benjamin Wallfisch, y del hecho de que aunque se maneja el suspenso y elementos del terror, las sorpresas no tienen el estándar de las películas Hollywood.
La condición de paranoia la llevará a parecer una desquiciada al asegurar que la persigue su marido, aunque esta vez invisible, siendo esto, contrario a anteriores versiones, un aspecto más importante que el hecho científico por el cual se ha podido conseguir hacerse incorpóreo.
Excelente cambio de camino en esta reversión de un clásico manoseado desde aquella primera de Whale, en la que el científico se escondía detrás de un vendaje y unos lentes oscuros.
En la presente hay un guiño a esto cuando en una escena en un hospital, el personaje de Moss se queda mirando a un interno, aparentemente víctima de quemaduras en todo el cuerpo, y con el mismo tipo de vendaje de la película del 1933, paradigma de las que vinieron luego y que aquí Whannell rompe .
FICHA TÉCNICA Producción. Guion y dirección: Leigh Whannell, basada en El hombre invisible de H. G. Wells Música: Benjamin Wallfisch Fotografía: Stefan Dusciopartiendo