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DESDE LA ÚLTIMA BUTACA

La lección de “Parásitos”

Es muy lamentable para una familia no tener el control de la casa donde vive. Mucho más si es una familia de clase media con chofer, tutores y personal doméstico. El laureado filme de Bong Joon-ho nos demuestra hasta qué grado puede descender el ser humano cuando quienes rigen el estatus hogareño campean por sus propios rumbos y muestran despreocupación por lo que acontece en torno a ellos.

Aquí vale el dicho: “el que tiene negocios que los atienda, o si no, que los venda”. La casa de la familia Park no solo es una lección de cine, sino un trasfondo sociológico donde florecen hervideros de mentiras, desproporciones, engaños, ingenuidad, ambiciones personales, conformismo y desaprensiones. A veces puede simular el retrato de una parte del mundo de hoy que imagina avanzar por determinado espacio pero que realmente anda muy distante del destino pretendido.

Pocas películas han tocado un tema tan escabroso al que pocos prefieren referir, un tema referido a un hogar convertido en un museo de propiedades que todos disfrutan excepto quienes deben hacerlo. No creo que estemos en presencia de un fenómeno provocado por determinado sistema social, sino por la irresponsabilidad de quienes llevan las riendas del espacio donde viven. Son problemas de naturaleza subjetiva, abordados desde diversas perspectivas movidas entre lo mordaz y lo trágico para retratar las máscaras visibles en las actuales relaciones de convivencia. Alfred Hitchcock hubiera aplaudido a “Parásitos”. Y mucho.

Bong Joon-ho acude a los extremos para que el espectador no diluya su discurso en estrategias no pensantes. El filme sabe cambiar el tono lastimero por otro mucho más malicioso, a veces inconcebible y, en ocasiones simpático, tanto en unas familias como en otras. Los peligros de sustituir las ventajas culturales de las comunicaciones del pasado (la clave morse, por ejemplo) por las novedades del presente (el uso del móvil y la internet) son simbologías que el maestro coreano sabe contrastar, contraponer y enfrentar aunque estén presentadas con fines lúdicos. Parece decirnos que los medios de comunicación de ayer todavía pueden contribuir al rescate de valores olvidados o a la resolución de enigmas en apariencia inexplicables. En Occidente estamos acostumbrados a otro tipo de cine. Este contraste no es nuevo. El propio director ya aportó cierta naturaleza a la dimensión del monstruo sumergido en las aguas del río Han, y desnudó las condiciones de vida de algunas personas que, por necesidad, no les quedaba otro remedio que habitar bajo los puentes. Bong lo logró en “The Host”. Pero en “Godzilla”, Hollywood solo buscó ingresos taquilleros. Por eso Corea respondió a la frialdad del catastrofismo creado por una bestia, con otra que pudo ser vencida por los desfavorecidos por la fortuna. “Parásitos” se ha impuesto por la honestidad de su guion, y su factura técnica impecable.

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