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SONAJERO

Nunca acabar

Esteban Francisco tiene siete años. Vive en un campo del municipio de Luperón, al norte del país. El personal de pediatría solo va dos veces por semana hasta la zona donde reside. Para que su abuela pueda llevarlo a consultar debe pescar un cupo levantándose a las 5:00 de la mañana.

Desde Luperón y todos los puntos habitables del Cibao, llegan niños y niñas al Hospital Infantil Arturo Grullón, el único centro asistencial de la región con un área de quemados.

Desde hace cuatro años las áreas para cirugías, Cuidados Intensivos y otros espacios necesarios para atender dignamente a la población infantil, están hechas trizas por la reconstrucción de la Oisoe. La dependencia del gobierno salpicada por escándalos por sobrevaluación y la sangre del arquitecto David Rodríguez García, no encuentra el modo de concluir los trabajos. Mientras tanto, la descendencia de los más pobres entre los pobres espera por un turno para las necesarias cirugías.

Actualmente, la única área disponible para realizar procesos quirúrgicos está ubicada entre Infectología y la morgue del centro. Esta semana el Voluntariado Jesús con los Niños denunció que son muchos los médicos negados a trabajar allí por el riesgo a los pacientes y a su propia integridad. El espacio no cuenta con el mínimo requerimiento en esterilización y seguridad. Imagínese usted.

La prolongada lentitud de la Oisoe ha costado la vida de muchos niños y niñas; y mantiene en vilo a quienes están en situación delicada esperando una cirugía que les devolvería la esperanza de caminar, correr, vivir.

Muy cerca del Arturo Grullón, el Hospital Regional Universitario Dr. José María Cabral y Báez cumplió seis años envuelto en una “reconstrucción” que se ha pagado caro en fallecidos y desatendidos. Esos muertos no se cuentan porque no es “políticamente correcto”. La Oisoe, regida por Francisco Pagán, es también responsable del nunca acabar en el Cabral y Báez. ¿Cuántos más deben morir?

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