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LLEGADA

Llega el remolino de los días

Ángeles MastrettaSanto Domingo

¡Santo cielo! ¡Qué desobligada! Vino el remolino y me levantó. El martes en la tarde, fuimos a cenar con Howard Gardner. Después de un largo rato en el tráfico, bajo la lluvia, llegamos a ver su gesto sabio. De lo que hablamos esa noche les contaré más tarde, cuando por fin me suelte el aire. A la mañana siguiente pasó por mí Héctor Abad Faciolince con su serena y hermosa hija. Con su editor alemán, su mujer y su hijo. A las doce nos fuimos a Puebla en busca de los volcanes empeñados en esconderse tras la niebla. Comimos en un paraíso arrancado a tepetate y las piedras por el empeño de una familia audaz. Ya les contaré trozos del día. Sepan ahora que Abad está tan lleno de talentos como sus historias. Volví anoche a una cena con amigos que celebran el resultado de las elecciones y hablan de los males del país como de un catarro con remedio. Fue consolador. Me he quedado con la sensación de que no hemos de perder el horizonte. Nuestro país lo tiene. Hoy, al despertar, recordé el blog abandonado pero tenía muchos pendientes que urgían.

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