deporte global

¿Cuál es el impacto social de nuestros logros olímpicos?

Todo lo que se hace en una nación debe ser para el beneficio colectivo y el bienestar social. Lamentablemente el siglo XXI está marcado por el entretenimiento y el espectáculo, como lo definió el premio nobel de literatura, Mario Vargas Llosa, en su libro “La Civilización del Espectáculo”, donde cuesta mucho diferenciar la verdad de la mentira.

Vivimos en una sociedad mediática, marcada por la era digital, en la cual al ser humano se le da lo que le gusta, no necesariamente lo que le conviene. Esto viene a razón, que desde el año 2004 hasta la fecha, República Dominicana ha alcanzado logros olímpicos.

Debemos plantearnos las siguientes interrogantes cuando hablamos del rol que debe jugar el deporte para el progreso de un país: ¿Han contribuido estas medallas al fortalecimiento del sistema educativo y a la movilidad social? ¿Tienen acceso los niños al deporte, a través de la escuela, de forma pedagógica? ¿Tenemos un sistema deportivo que cohesiona la sociedad y el territorio?

República Dominicana, como parte del mundo globalizado, ha confundido la alta competición, el deporte profesional, y ha dejado de lado la preminencia de una nación, que es la educación. El deporte es un elemento indispensable para proveer políticas públicas de educación y salud, desde los recintos educativos, así como los valores, la disciplina, el bienestar físico, los hábitos saludables, el cuidado emocional y la salud mental.

Por consiguiente, los tomadores de decisiones deben estar conscientes del significado y el valor que tiene el deporte para la escuela. Tal como afirma Don Persio Maldonado, que la misión del Estado como políticas públicas, no es hacer deporte para ganar medallas, sino que su prioridad es la educación, la disciplina, la cortesía, y de esa manera contribuye al desarrollo nacional. Asimismo, expone que incorporar el deporte en las escuelas es con la finalidad de formar ciudadanos, que es su capital humano.

El deporte fuera del sistema educativo es perturbador, puesto que las probabilidades de medallas y de la corta vida deportiva, representa un alto riesgo para los atletas que se dedican a la alta competición, donde el 99.9% no tiene posibilidad de tener éxito en una carrera deportiva. También, profundiza la desigualdad, ya que el 95% de los atletas vienen de estratos sociales humildes, promoviendo falsos modelos de éxitos que no tienen como sustento la escuela.

Por las razones antes mencionadas, los resultados alcanzados por nuestros medallistas olímpicos constituyen un logro individual, y para que el alto rendimiento sea beneficioso tiene que ser el resultado de la masificación desde la escuela, de lo contrario afecta el orden y el control social del Estado.

El doctor José Joaquín Puello Herrera lo valida cuando establece “que el deporte de alta competición debe dejar de vivir del talento y del fenotipo dominicano”, haciendo alusión a la falta de planificación y de políticas públicas.

Amigos lectores, tanto la historia como los modelos educativos exitosos en el mundo nos enseñan que la verdadera supremacía de una nación es la escuela. 

Por tal motivo, la Constitución dominicana y la Ley General de Deportes, plantea como objetivo fundamental que el deporte, por contener la actividad física, es indispensable para los seres humanos, y debe estar al servicio de la formación intelectual, moral, física y mental de nuestros niños.

En conclusión, la forma como se gestiona el deporte en la actualidad profundiza la desigualdad, y nuestros premios olímpicos no tienen un beneficio colectivo y con precario aporte social. El Estado-nación debe entender la urgencia de hacer una reforma educativa, sobre la base de la educación física, actividad física y el deporte.

Aprovechemos nuestros logros olímpicos para establecer que la prioridad es convertir la escuela como el centro de políticas públicas, para que el deporte sea un verdadero instrumento de desarrollo nacional.