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Unicornios proliferan en la NBA

Se atribuye a Kevin Durant el haber bautizado a Kristaps Porzingis como “el unicornio”.

Tal vez fue la mejor definición para un jugador de 7-2 de estatura con la facilidad para anotar el triple, driblear el balón, penetrar y ayudar a la defensa con los lances bloqueados.

El ingreso a la liga del francés Victor Wembanyama (7-4, 19 años), con unas características casi idénticas con el mismo tipo de físico que algunas veces aparece frágil acentúa la tendencia.

Pero es que si bien es cierto que otros jugadores podrían encajar en la definición como Chet Holmgren (7-1, 21 años, Oklahoma City) y en menor medida, Bol Bol (7-3, 23 años, Phoenix), la liga siempre ha tenido jugadores que pueden considerarse si no propiamente “unicornios”, sí poseedores de habilidades para el baloncesto en físicos no tan convencionales.

Llega a la memoria, por ejemplo, el caso de Ralph Sampson, con 7-4 de estatura, que podía manejar el balón, liderar el contraataque, jugar a la mediana distancia, de espaldas al aro, etc.

El propio Kevin Durant podría ser un unicornio. Un jugador de 7 pies con las mejores herramientas para conseguir un canasto desde cualquier lugar de la cancha.

Dirk Nowitzki entraría en la consideración, aunque era un poco más fuerte que los antes mencionados, pero ningún jugador de su estatura había encestado el triple con tal facilidad, además de utilizar recursos ofensivos poco vistos.

Expandiendo un poco los requisitos, jugadores altos, imponentes y habilidosos como Wilt Chamberlain, Hakeem Olajuwon, David Robinson y Shaquille O'Neal con habilidades diferentes también maravillaron a los fanáticos.

Y que tal un Magic Johnson en la década de 1980. Un armador de 6-9 de estatura con sus pases electrizantes liderando el Showtime de los Lakers de Los Angeles. Y LeBron James con su físico y talento.

Volviendo al presente que tal lo que pueden hacer centros tales como Nikola Jokic, de los Nuggets de Denver, Joel Embiid, de los Sixers de Filadelfia y Karl-Anthony Tonws, de los Timberwolves de Minnesota.

No se adaptan cien por ciento al molde “unicornio”, pero los físicos que presentan y el tipo de juego que pueden desarrollar los colocan en un grupo selecto.