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A Tiro de Hit

Mets reconocen los aportes de Hernández

En su historia de 60 años como franquicia de MLB, los Mets de Nueva York han retirado apenas seis números. El más reciente homenaje de este tipo ocurrió el pasado sábado, recayendo la distinción sobre Keith Hernández, inicialista y líder del equipo campeón de 1986.

Hernández llegó a Flushing contra su voluntad en 1983.

Los Cardenales de St. Louis habían sido su organización original. Con ellos obtuvo un premio de Jugador Más Valioso en 1979 y un campeonato en 1982. Pero sus relaciones con Whitey Herzog, manager y gerente del equipo, se habían deteriorado luego de esa corona.

Cuando se presentó la oportunidad de negociarlo, Herzog no titubeó. Lo envió a los Mets en junio del 83 por los lanzadores Neil Allen y Rick Ownbey.

Los fanáticos de la segunda franquicia de Nueva York estaban felices. Hernández, por su parte, estaba inconsolable. Y no era para menos. Llegaba a un equipo que había terminado quinto o sexto en su división en seis temporadas consecutivas. Lo habían exiliado.

Pero Frank Cashen, gerente general de los Mets, hizo un buen trabajo de convencimiento, destacando el material joven que la organización estaba desarrollando. Hernández se integró a su nuevo conjunto y pudo observar de cerca el talento especial de un novato recién promovido a Grandes Ligas llamado Darryl Strawberry.

En la primavera de 1984, interactuó con el nuevo dirigente Davey Johnson observó los brazos de jóvenes lanzadores como Dwight Gooden, Ron Darling, Sid Fernández y otros, y se percató de que algo especial iba a ocurrir con su nuevo equipo.

Los resultados llegaron rápido. Luego de terminar en segundo lugar en 1984 y 1985, los Mets dominaron las Grandes Ligas en 1986. Ganaron 108 partidos en la serie regular y luego salieron airosos en duras series contra Houston y Boston para coronarse campeones.

Hernández fue fundamental en el éxito del poderoso equipo. Era el tercer hombre en la alineación y el mejor inicialista defensivo del momento y quizás de todos los tiempos. Junto a Gary Carter, lideró a los Strawberry, Gooden, Dykstra y otros jóvenes de inmenso talento, pero poca experiencia.

Por eso su número 17 fue inmortalizado por los Mets y su dueño Steve Cohen, quien como fanático del equipo en los 80 sabe apreciar la importante influencia de Hernández en el período más exitoso de la franquicia.