Un poder debilitado

El poder contralor del Estado, representado por la Cámara de Cuentas, está francamente debilitado.

Su capacidad constitucional para auditar las cuentas nacionales se ha visto constreñida por las fricciones, desacuerdos y fallas de gestión en los últimos años.

Varios de sus miembros, en distintos períodos, han sido cuestionados por su conducta dentro del organismo, generando dudas sobre su integridad.

Este historial ha profundizado el descrédito de este poder contralor y ha sembrado incertidumbre sobre su verdadera capacidad para transparentar el manejo de los recursos públicos.

Estos antecedentes pintan un patrón alarmante: Una institución que debería ser baluarte de la transparencia se ha convertido en un reflejo de la “crisis de institucionalidad” que afecta al Estado dominicano.

Mientras el Congreso selecciona un nuevo pleno, urge preguntarse: ¿Bastará con renovar caras si persisten los vicios estructurales?

La Cámara de Cuentas necesita más que recomposición: Exige una reforma profunda, mecanismos de control externo y un compromiso real de los poderes públicos para devolverle su papel constitucional.

Sin ello, seguirá siendo un cascarón vacío, incapaz de fiscalizar los recursos que pertenecen a todos los dominicanos.  

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