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Una racha fatal

Las cifras son alarmantes y desgarradoras: En lo que va del año, 375 personas han perdido la vida en accidentes de tránsito en el país.

De estas, 24 fallecieron solo en la primera quincena de marzo, sumándose a las 351 muertes registradas en enero y febrero.

Detrás de estos números fríos hay historias truncadas, familias destrozadas y un sistema que parece incapaz de detener esta sangría.

Más de 120 de estas víctimas eran jóvenes entre 16 y 30 años que, en lugar de construir su futuro, lo perdieron en las calles o carreteras.

Estamos frente a una crisis que exige acciones urgentes y contundentes.

Para contextualizarla, vale recordar que en los primeros dos meses del año, se ofrecieron 14,192 asistencias a personas lesionadas en accidentes de tránsito.

Esta cifra refleja no solo la magnitud del problema, sino también el colapso que enfrentan los servicios de emergencia.

Las muertes que ocurren en hospitales, aunque sean consecuencia de accidentes de tránsito, no se contabilizan como tales.

Esto significa que la cifra real de fallecidos podría ser aún mayor, reflejando una sombría realidad que se oculta tras tecnicismos burocráticos.

Ante este panorama, es imperativo que el gobierno tome decisiones heroicas.

Se necesita un régimen de consecuencias reales y efectivo para quienes infringen las normativas de tránsito.

Multas más severas, controles más rigurosos y la implementación de tecnología para monitorear el cumplimiento de las leyes son solo el inicio.

El gobierno tiene en sus manos la posibilidad de cambiar esta racha fatal.

Ya llegó el momento de actuar, sin paños tibios y con determinación.