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Comoquiera son dañinas

Las chatarras, ya sea estacionadas o rodando por nuestras calles, representan un serio problema para la convivencia en la capital.

En reposo, estas piezas obsoletas de maquinaria son un foco de contaminación, criadero de ratas y alimañas que atentan contra la salud de los ciudadanos.

Cuando están en movimiento, se convierten en un peligro andante que amenaza la seguridad vial y la de los peatones.

El tránsito dominicano está compuesto en un 37.1% por vehículos fabricados en el año 2000 o antes, según estadísticas de la Dirección General de Impuestos Internos (DGII).

Esto significa que más de 2.1 millones de vehículos en el país tienen dos décadas o más en circulación.

En su mayoría, estos vehículos no cuentan con las condiciones mínimas para operar de manera segura y eficiente.

Son fuentes de afecciones respiratorias, contaminación del aire y riesgos de accidentes.

Por si fuera poco, estos vehículos son grandes consumidores de combustible y otros insumos, lo que incrementa los costos de operación y daña aún más la economía de sus propietarios y, por extensión, del país.

El abandono de chatarras en las calles y espacios públicos empeora aún más el panorama, convirtiéndolas en verdaderos vertederos improvisados que deslucen nuestras ciudades y ponen en peligro la salubridad de la población.

La capital no puede seguir siendo el cementerio de vehículos que ya no tienen lugar en otros países.

Las chatarras, estén detenidas o en movimiento, son una amenaza que debemos erradicar por el bien de la salud, la seguridad y de nuestro pueblo.

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