Puntualizaciones a la carta del ministro de Educación
El ministro de Educación, Ángel Hernández, en respuesta a un editorial del Listín Diario, ha reconocido los grandes desafíos que afronta para mitigar la crisis del sistema educativo.
En parte es una justificación de lo que ha hecho en su gestión, enumerando programas que, aunque bien intencionados, no logran ocultar el fondo de la problemática educativa que enfrenta el país tras casi doce años de destinar el 4% del PIB al sector.
Mientras el ministro resalta avances, la realidad refleja serios problemas estructurales todavía latentes.
La alta tasa de reprobación en los exámenes nacionales es alarmante. En el nivel secundario, de 6,596 estudiantes evaluados, tan solo aprobaron 3,167 para un 48 %, en las últimas pruebas.
Es un sello indeleble del fracaso de una enorme inversión con tan pírricos resultados.
Este es un porcentaje muy por debajo de lo esperable para un sistema que maneja un presupuesto tan considerable.
A esto se suma la constante pérdida de días de clase debido a huelgas de profesores, la falta de planificación en la construcción, así como descuidos en el mantenimiento de infraestructuras escolares.
Añádase también una jornada extendida que aún no cumple su propósito de enriquecer la formación académica de los estudiantes.
La deserción escolar sigue siendo un problema crítico, alcanzando un 20% en el nivel medio, a pesar de los programas de apoyo como almuerzos, transporte y materiales escolares gratuitos.
Otro aspecto preocupante es la crisis en la calidad y vocación de los docentes.
Resulta inaceptable que el 80% de los licenciados en educación no apruebe los exámenes para optar por un puesto en el Ministerio de Educación, especialmente en áreas como el razonamiento lógico.
Esto refleja no solo fallas en la formación universitaria, sino también una falta de rigor en la selección de quienes están llamados a educar a las futuras generaciones.
El impacto negativo de la Asociación Dominicana de Profesores (ADP) agrava esta situación.
Las huelgas constantes, el populismo y la politiquería partidaria han convertido a muchos de sus miembros en obstáculos para la mejora del sistema educativo, alejándose de la misión sagrada de educar.
El verdadero problema de la educación pública no radica en la falta de planes o recursos, sino en la calidad de gestión de sus autoridades.