Reflexiones del director
La ilusión de salir en portada
Para los reporteros de mi generación, la mejor corona o premio al trabajo cotidiano era ver nuestras historias en la portada del periódico.
Aunque no lo expresáramos públicamente, el anhelo silente de ver nuestras firmas en las selectas notas de las noticias principales era el acicate para esmerarnos en cubrir eventos importantes y ganar esas batallas.
Muchísimos años después, cuando había dejado el reporterismo, me resultó sorprendente escuchar al director del The New York Times hablando del afán de sus reporteros por alcanzar la primera plana.
Había sido invitado a presenciar la reunión matinal en la que los editores planificaban las búsquedas noticiosas, y posteriormente la reunión que decidía cuáles noticias y fotos eran elegibles para abrir la edición del día.
Las prioridades, con el tiempo, han cambiado, porque la nueva generación de periodistas que tienen a su cargo el mayor peso de las coberturas y narraciones está concentrada en la plataforma digital.
Y al ser nativos digitales, no tienen la conexión emocional con las vivencias y bregas de sus antecesores para producir en el impreso las narraciones depuradas y estilísticas, con el intenso deseo de conquistar las portadas.
Ahora nos manejamos en un torbellino de noticias y contenidos que ni siquiera dejan tiempo para revisarse, corregirse o imprimirles el toque humano de lo que vimos, oímos o sentimos los de mi generación en las coberturas de antaño.
El periódico impreso ahora es un empaquetado con los zumos o aspectos relevantes de noticias ya conocidas en las plataformas digitales, a las que hay que extraerles ángulos o aristas novedosas para que la historia llegue más completa a los lectores.
Sin embargo, en esta transición, una nueva narrativa digital se ha impuesto.
Los formatos cortos, visuales y personalizados de las plataformas digitales han cambiado el lenguaje y las expectativas del público.
La inmediatez es la norma, y los usuarios demandan contenidos que se adapten a sus intereses en tiempo real. Esto ha obligado al periodismo tradicional a transformarse, no solo en su manera de informar, sino en cómo conecta con sus audiencias.
Ya no basta con narrar los hechos de manera precisa y estilística.
Ahora, la interacción, la personalización y el uso creativo de herramientas tecnológicas son esenciales para competir en un ecosistema donde los lectores buscan más que información: quieren experiencias.
Esto plantea un reto, pero también una oportunidad para los medios tradicionales de aprender a equilibrar la profundidad del análisis con la velocidad y el dinamismo que exige el mundo digital.
La ilusión de salir en portada no ha desaparecido del todo. Ha mutado.
Hoy, los periodistas buscan que su trabajo destaque en el océano digital, que sea compartido, comentado y viralizado. El desafío es lograr que, en medio de la fugacidad, las historias no pierdan el rigor, el contexto y el propósito que han sido, y siempre deben ser, el alma del buen periodismo.