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En estado de crispación

Es duro admitirlo, pero la realidad es que nuestra sociedad luce sumida en un estado de crispación permanente.

Un botón de muestra son los discursos de figuras mediáticas, que destilan insultos, improperios, imputaciones y expresiones soeces.

Parecería que vivimos bajo los efectos de un vozarrón de odios y recriminaciones, que se extiende a todos los ámbitos de la vida diaria.

Este fenómeno, reflejado en imágenes de peleas, atracos y comportamientos agresivos, deja una sensación de desasosiego que difícilmente se puede ignorar.

Más allá de las imágenes, está gravitando una crisis de salud mental que afecta a una parte importante de la población, y que está documentada en estadísticas.

La ansiedad, la frustración y otros trastornos están delineando un perfil preocupante en nuestra realidad social.

La violencia y la acritud no son solo episodios aislados; son síntomas de un problema más profundo, una señal de que algo no está bien en el tejido social.

A esta preocupante situación se suma el irrespeto generalizado a las leyes, como las normas de tránsito, que han quedado prácticamente anuladas por un comportamiento colectivo que se rige más por el caos que por la civilidad.

El Listín Diario ha abogado insistentemente por un clima de cordura que permita un diálogo franco y constructivo entre los líderes políticos, sociales y comunitarios.

Sin entendimiento ni soluciones a los problemas estructurales, el estado de crispación seguirá agravando el nivel de frustraciones y desesperanzas de la ciudadanía.

Es urgente mitigar este enervamiento social que solo hace avivar el fuego de la polarización y la discordia.

Hace falta un esfuerzo colectivo para retomar la cordura, el respeto mutuo y el cumplimiento de las normas.

Esta sociedad necesita sanarse, no solo en lo físico, sino también en lo emocional y en lo moral.

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