¿Noviembre volverá a sorprendernos?
El 4 de noviembre de 2022, bastaron cuatro horas para desatar una gigantesca inundación en la capital dominicana, paralizando la ciudad, dañando autos, viviendas, apartamentos y cobrando la vida de al menos diez personas.
A raíz de esa tragedia, expertos insistieron en la urgencia de abordar seriamente la construcción de un sistema de drenaje pluvial que desvíe las aguas hacia el mar.
Escuchamos entonces a los funcionarios municipales y del gobierno central prometer que se daría una solución definitiva a ese grave problema urbano.
Sin embargo, mientras esperábamos acciones concretas, el 18 de noviembre de 2023 otro diluvio, aún más intenso y devastador, azotó la ciudad.
El colapso fue total, no solo durante la tormenta, sino en los meses posteriores. Entre las secuelas estuvo el derrumbe en el paso a desnivel de las avenidas Máximo Gómez y 27 de Febrero.
El número de víctimas ascendió a 30 personas, entre ellas nueve que murieron aplastadas por las lozas desprendidas del paso a desnivel.
La conmoción fue general, y las promesas de que “esta vez sí” se construiría el sistema de drenaje de la ciudad resonaron con fuerza desde los más altos niveles del gobierno.
El discurso fue tan convincente que, diez días después de esa tragedia, el presidente Luis Abinader anunció en LA Semanal, desde el Palacio Nacional, que en dos semanas la Corporación del Acueducto y Alcantarillado de Santo Domingo (CAASD) presentaría un plan de drenaje integral para el Gran Santo Domingo.
“Es un proyecto que no puede realizarse en cuatro años y, debido a la magnitud de la inversión, creo que debe completarse en un plazo de entre ocho y doce años”, afirmó entonces el mandatario.
Sin embargo, nunca hemos visto ese plan, y ahora noviembre vuelve, cargado de amenazas.
Dado que no se ha avanzado en la creación de un sistema que drene adecuadamente las lluvias, el gobierno debe elaborar urgentemente un plan de contingencia para evitar nuevas muertes y daños a vehículos.
Un elemento esencial de ese plan debería ser bloquear, en las primeras horas de una tormenta severa, las zonas más propensas a inundarse, limpiar todos los drenajes existentes y reforzar la recogida de basura y escombros.
Lo primero y más importante es proteger la vida. Aún tenemos al menos dos semanas para prepararnos, siempre y cuando un nuevo e indeseado torbellino no nos tome por sorpresa.
¿Nos dejaremos sorprender de nuevo?