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El velo oscuro del horror

 El país atraviesa por uno de sus momentos más sombríos y perturbadores, sacudido por una cadena de tragedias que parecen salidas de un escenario de pesadilla.

En lo que va de 2024, al menos cinco casos de filicidios y parricidios han estremecido la conciencia nacional.

Estamos enfrentándonos con la dolorosa realidad de que el hogar, el refugio seguro de la familia, se ha transformado en el escenario de crímenes abominables.

Es como si un velo oscuro de horror envolviera nuestra sociedad, y cada nuevo caso pareciera más insólito y cruel que el anterior.

El caso más reciente, el asesinato de una niña de seis años a manos de su madre, una primer teniente del Ejército, en Hainamosa, es un recordatorio inquietante de que la crisis de salud mental, la violencia intrafamiliar y la degradación de los valores familiares han llegado a niveles alarmantes.

El presidente Luis Abinader ha mostrado una preocupación genuina por la seguridad ciudadana y la reforma de la Policía Nacional, con visitas semanales a su sede para monitorear el progreso.

Sin embargo, la realidad es que la violencia no solo sigue presente, sino que parece estar enraizada en lo más profundo de nuestra sociedad, en el seno mismo de las familias.

Las instituciones están haciendo su parte, pero la sociedad también debe levantarse, unirse y erigirse en un muro firme para detener esta hemorragia de violencia.

Para ir reduciendo estos crímenes horripilantes, el gobierno debe estimular a la población a denunciar los atropellos en su entorno familiar o barrial.

Una vez comprobados los abusos, premiar al denunciante con una beca de estudios para él, su hijo, su pareja o a quien él elija.

En el ámbito rural o sectores marginados, quien denuncie un abuso o una amenaza contra personas indefensas, se puede gratificar con una compra significativa en un colmado o supermercado cercano.

Una medida puntual, urgente y muy necesaria, es que el gobierno establezca un acuerdo con las clínicas y consultorios de todo el país para subsidiar –y honrar el compromiso– la asistencia a gente angustiada que puedan recibir servicios de salud mental sin costo para el usuario.

Estamos, francamente, ante una crisis moral y social de vastas dimensiones. Y tenemos que actuar ya, en consecuencia.