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Un cementerio de chatarras

No hay sector de la capital que esté libre de chatarras abandonadas en sus calles y avenidas, o en solares yermos.

Cuando los ejecutivos de este diario visitaron recientemente el barrio María Auxiliadora quedaron alarmados de la magnitud de ese problema en ese sector.

Más adelante, al disponer una observación más amplia a nivel de distintos sectores del Gran Santo Domingo, comprobamos que se trata de una situación generalizada.

La gran metrópolis es, hoy por hoy, un gran cementerio de chatarras.

Esta proliferación de vehículos en desuso representa un problema que va más allá de la mera contaminación visual.

Estos vehículos abandonados, sin puertas, sin neumáticos, y frecuentemente oxidados, no solo afean los espacios urbanos, sino que también constituyen un riesgo significativo para la salud pública y la seguridad.

Los automóviles abandonados se convierten en focos de delincuencia y promiscuidad sexual, además de servir como criaderos de ratas y otros vectores de enfermedades.

La acumulación de basura y desechos bajo estos vehículos incrementa aún más los peligros sanitarios.

Las autoridades municipales y de tránsito tienen la responsabilidad, conforme a la Ley 63-17, de regular el uso de las vías públicas y asegurar que estas se mantengan libres de obstrucciones y peligros.

Aunque existen esfuerzos coordinados entre la DIGESETT y los ayuntamientos para la remoción de estos vehículos, es evidente que se necesita una acción más decidida y constante.

Hacemos un llamado urgente a las autoridades correspondientes para que intensifiquen las medidas de remoción de estos vehículos abandonados y se aseguren de que las calles de nuestras ciudades no se conviertan en depósitos de chatarra.

Es imperativo actuar con firmeza y celeridad para preservar la imagen de nuestros barrios y garantizar la seguridad y la salud de los ciudadanos.

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