La ultraderecha desleal
Si es que alguna vez lo fue, hace tiempo que Viktor Orban dejó de ser un liberal centrista. El primer ministro húngaro lleva en el poder desde 2010 y se las ha arreglado para neutralizar a una oposición con poco margen de maniobra frente a su mandato de corte autoritario y cada vez más marcadamente ultraderechista.
Actualmente, Orban ejerce como presidente del Consejo del Parlamento Europeo y, aprovechando este cargo de carácter rotativo en la Unión Europea (UE), ha visitado Moscú, donde se reunió con el presidente ruso Vladimir Putin. Dicha visita ha sido recibida por los socios de la UE como una bofetada a la política común establecida desde que el gobernante ruso invadió Ucrania en febrero de 2022: además de las sanciones impuestas, acordaron no validar al Kremlin con visitas que pudieran confundirse con gestos amistosos, cuando lo que se pretende es presionar a Rusia para que cese el asedio contra el gobierno de Volodímir Zelenski.
Putin le ha dado la bienvenida al mandatario húngaro porque recibe el respaldo de un líder que, como él, abusa del poder, exalta el ultranacionalismo y no oculta su xenofobia en una época en la que en Europa los políticos de ultraderecha están en alza, tal y como se ha visto en Francia, donde las fuerzas ultraderechistas y pro rusas de Marine Le Pen están a punto de hacerse con el poder por la vía electoral.
Durante su estancia en Moscú, Orban ha dicho que desde Bruselas no se va a solucionar el conflicto Rusia-Ucrania y que su presencia en la capital rusa se justifica porque se trata de una “misión de paz”. Junto a su invitado, Putin ha reiterado que la única solución posible es que Kiev se retire de los territorios ocupados por el ejército ruso. Una vez más, lo que le exige a Zelenski es la capitulación. Unos días antes, el primer ministro húngaro pidió en Kiev al presidente ucraniano que pusiera en marcha un alto el fuego. Sin duda, Orban, muy cercano al Kremlin, intercedía pensando en su alianza con Rusia.
Los líderes de la UE no han tardado en criticar un viaje que se aparta de lo convenido y que de ningún modo puede hacerse en representación de los socios europeos, para quienes Putin constituye una verdadera amenaza a la estabilidad de la región. El mensaje desde Bruselas ha sido contundente: “La Presidencia rotatoria no tiene mandato para dialogar con Rusia en nombre de la UE”.
El polémico encuentro de Orban con Putin se produce cuando en Estados Unidos las encuestas le dan ventaja a Donald Trump en las elecciones presidenciales que se celebrarán en noviembre. Ventaja, por cierto, que ha incrementado después de la actuación desastrosa del presidente Joe Biden en un debate del que salió muy debilitado frente al ex presidente republicano. En el cara a cara que emitió CNN, Trump no se pronunció abiertamente contra la invasión rusa en Ucrania porque su posición siempre ha sido más pro Putin que pro Zelenski. En todo caso, se jactó de que, si gana la presidencia en 2024, antes de ocupar nuevamente la Casa Blanca ya habrá sellado “la paz” en el conflicto Moscú-Kiev. Lo que no aclaró si eso pasaba por complacer a su admirado homólogo ruso con la rendición de Ucrania.
Orban, Putin y Trump tienen afinidades por sus agendas nacional populistas. Los dos primeros han consolidado sus aspiraciones de autócratas. En cuanto al ex mandatario estadounidense, debe aguardar los resultados en noviembre si pretende emular al húngaro y al ruso, ya que la intentona golpista en el Capitolio el 6 de enero de 2021, protagonizada por insurrectos trumpistas, no salió como él esperaba. Los populistas de ultraderecha como Viktor Orban ya no se molestan en disimular sus intenciones y hacen oídos sordos cuando Europa advierte contra movimientos “irresponsables” y “desleales” que erosionan la libertad.