La violencia que nos desgarra

La sociedad dominicana está atravesando por un período alarmante de violencia y degradación moral.

Es tan amplio el catálogo de episodios que nadie pone en dudas que vivimos tiempos difíciles, abonados por la inseguridad ciudadana y el generalizado irrespeto a la vida y a las leyes.

La violencia intrafamiliar ha alcanzado niveles insostenibles, con demasiadas personas sufriendo en silencio dentro de sus propios hogares.

Los pleitos callejeros, a menudo mortales, entre ciudadanos dominicanos y en cierta medida entre inmigrantes haitianos, son cada vez más comunes.

Por igual los suicidios de jóvenes y personas desesperadas, amargadas o frustradas en sus modos existenciales o aspiracionales.

Los enfrentamientos fatales entre policías y civiles, en los que han caído unos sesenta jóvenes reputados como delincuentes y más de una docena de agentes, son otra muestra del río de sangre que nos baña.

Los feminicidios, con más de veinticinco en este semestre, constituyen una herida abierta en el corazón de nuestra sociedad.

Además de esto, estamos siendo testigos de un tsunami de agresiones verbales por parte de vocingleros de la radio, connotados por sus ataques a la dignidad y las buenas costumbres.

Con sus vulgaridades y excesos, y sus alardes de bravuconerías, han propiciado un ambiente de hostilidad y falta de respeto que dañan la vida, la paz y la convivencia humana.

Es hora de hacer un alto y reflexionar sobre hacia dónde vamos.

La violencia social o intrafamiliar no solo destruye familias, sino que también perpetúa un ciclo de agresión que se extiende a toda la sociedad.

La lucha contra la degradación moral y la violencia es una responsabilidad colectiva. Cada acción cuenta, cada gesto de respeto y empatía suma.

No podemos permitir que el miedo y la agresión definan nuestra convivencia. Es tiempo de recuperar nuestra humanidad, y volver a ser una sociedad que valora la vida, la dignidad y el respeto mutuo.

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