Necesitamos ciudades más inclusivas para todos
La capital y Santiago, las dos metrópolis más importantes del país, son ingratas para los discapacitados.
Aun cuando presentan los perfiles de urbes modernas y en constante desarrollo, están lejos de ser accesibles y acogedoras para este tipo de personas.
Los que padecen discapacidades, ya sean físicas, visuales o auditivas, enfrentan diariamente obstáculos que limitan su posibilidad de movilizarse y acceder a servicios públicos esenciales.
Esta realidad, que debería ser una prioridad en la agenda pública, la hemos expuesto en el Listín Diario en los últimos días, para hacerle saber a la sociedad que continúa siendo una asignatura pendiente.
En el sistema de transporte, la falta de accesibilidad es alarmante.
Los teleféricos, una solución innovadora de transporte urbano, no disponen de señales sonoras que avisen a los pasajeros con discapacidades visuales sobre las paradas y estaciones de llegada.
En muchas estaciones, la ausencia de rampas y accesos adecuados para personas con discapacidades físico-motoras impide que estas puedan utilizar el servicio de manera independiente y segura.
Este mismo patrón de exclusión se repite en el metro y los autobuses, donde la infraestructura y la falta de personal capacitado agravan la situación.
Los edificios públicos y privados no son una excepción. Muchos carecen de rampas, ascensores y señalización adecuada para ciegos y sordos.
Esto convierte en una odisea el simple acto de acceder a servicios básicos como la salud, la educación y la administración pública.
Los lugares de esparcimiento, que deberían ser espacios de inclusión y disfrute para todos, también muestran una preocupante falta de adaptación.
En un mundo que avanza hacia la inclusión y la igualdad de oportunidades, nuestras ciudades no pueden quedarse atrás.
Es deber de las autoridades, las empresas y la sociedad en general garantizar que todas las personas, sin importar sus capacidades, puedan vivir y moverse con dignidad y autonomía.