Nuestro compromiso con la democracia
Un día como hoy, en 1961, se puso fin a la tiranía más cruel y absoluta que sufrió el país durante tres décadas: la de Rafael Leónidas Trujillo.
A partir de este histórico episodio nació la democracia dominicana, fuente de amplias libertades públicas y de una justicia independiente, además de ser la fuerza motora del progreso económico y social.
El sacrificio de un pequeño grupo de conjurados, de los cuales sólo dos sobrevivieron a la reacción del régimen, es digno de enaltecer en este día.
Con su valiente proeza, abrieron el camino a la institucionalización de un sistema que, aunque saludable hasta ahora, no está exento de graves desafíos y riesgos que amenazan con debilitarlo.
Esta efeméride nos obliga a reflexionar hoy sobre la importancia de defender y fortalecer la democracia, bajo la que hemos podido celebrar elecciones regulares y periódicas, legitimando la representatividad del sistema político.
Uno de los mayores peligros que enfrenta nuestra democracia es la corrupción dentro de los partidos y las instituciones gubernamentales, que erosiona la base de sustentación del sistema.
En la búsqueda del poder, los partidos a menudo se desconectan de las necesidades y aspiraciones de la sociedad, creando un vacío entre la clase política y la ciudadanía, alimentando la apatía y el desencanto por la democracia, lo cual se ha reflejado en los últimos procesos electorales.
Aunque nos libramos de la dictadura hace 63 años, la tentación del populismo y el autoritarismo no se han extinguido con el tiempo.
Por el contrario, se hacen visibles en la medida en que los líderes pretenden consolidar su poder a expensas de los valores democráticos.
Para evitar que la democracia se degrade hacia un autoritarismo igual o peor que el de Trujillo, abierto o disfrazado, es necesario reforzar la educación cívica en los valores constitucionales.
También es fundamental impulsar una renovación profunda de los partidos, para que se democraticen internamente y combatan la corrupción, el transfuguismo y las opacidades que ensombrecen sus fuentes de financiamiento.
Para que la democracia madure, sea saludable y tenga mayor calidad, es preciso mantener la libertad de prensa, de modo que los medios puedan funcionar sin censura, proporcionando informaciones veraces y oportunas, y criticando el desempeño de los gobernantes y las instituciones.