Democracia en cuidados intensivos

Dos elecciones nacionales consecutivas, distanciadas apenas por tres meses, han evidenciado los signos de una inquietante desafección en la democracia dominicana.

Con un nivel de abstencionismo del 53.33 por ciento en las municipales de febrero y del 45.63 por ciento en las recientes presidenciales y congresionales, luce clara una tendencia que cuestiona o desconfía del liderazgo político nacional y de los partidos a los que representan.

No es una tendencia exclusiva de nuestro país.

Ya los índices de desafección democrática, señalados en el último sondeo de Barómetro Latinoamericano de 2023, registran una progresiva y profunda caída desde el 2015.

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La mayoría de los latinoamericanos (52 por ciento) no cree en el modelo democrático que ha imperado en las últimas décadas.

Y, en el reverso de la moneda, ha subido en ese tiempo de 44 al 54 por ciento, el segmento de personas que dicen estar dispuestas a aceptar un régimen no democrático si les solucionan sus problemas.

Este diagnóstico, francamente preocupante, se torna relevante cuando se descubre que quienes mayormente piensan así son jóvenes.

En cierta medida, el escenario de la democracia en cuidados intensivos ha quedado perfectamente perfilado en estas mediciones que reflejan que, en al menos cinco países latinoamericanos, el 80 por ciento de sus poblaciones está insatisfecha con sus sistemas.

Si las elecciones dominicanas se convierten en una especie de bolsa de valores, donde se subastan votos, candidaturas y franquicias de partidos, la democracia entrará en irreversible declive.

La sociedad tiene que detenerse a reflexionar seriamente sobre este probable derrotero.

O intentamos recuperar al paciente, dándole de alta hospitalaria.

O nos resignamos a perder lo poco que tenemos de democracia incompleta, con todas sus consecuencias.