Sobrevivimos, aunque nos vapuleen
No hay libertad más vapuleada y amenazada que la de la expresión del pensamiento, considerada como piedra angular del sistema democrático.
Su estado frágil, en estos tiempos, es el resultado de un inquietante declive del sistema que lo conduce a una peligrosa mutación hacia las llamadas democracias autoritarias.
Estas son, a su vez, el fruto de la acelerada polarización de las sociedades en las que sus gobiernos, reacios e intransigentes al control de sus actos, promueven campañas de descrédito contra la prensa libre.
De esas campañas de descrédito pasan a tentativas más directas, y a menudo ominosas, para limitar esas libertades con restricciones legislativas, con supresión de incentivos y publicidad o con agresiones directas contra la integridad y la vida de los periodistas.
Este sombrío estado de situación es el que proyecta la Declaración Santiago + 30, emitida por las organizaciones de medios de comunicación más representativas del mundo en la capital de Chile, al cumplirse tres décadas del manifiesto precursor, y en ocasión de conmemorarse el Día Mundial de la Libertad de Prensa.
En ella se pide formalmente a los Estados a evitar las narrativas de polarización política así como más protección a los periodistas.
El libre flujo y acceso a la información pública está cada vez más limitado, especialmente en democracias autoritarias que se resisten a la transparencia y a la rendición de cuentas, o a la crítica más legítima que puedan hacer los ciudadanos a través de los medios independientes.
Las amenazas a esta libertad también encuentran campo fértil en un momento en que las nuevas tecnologías que han transformado el modelo de negocios de la prensa han influido en la desaparición de medios o en un precario nivel de autosostenibilidad de estos.
La República Dominicana sobresale en el ranking mundial de los contados países donde la libertad de prensa prevalece aunque no han faltado deseos de intereses de todo tipo para constreñirla.
En la clasificación mundial que acaba de mostrar Reporteros sin Fronteras estamos en el lugar 35 entre 180 países.
Resulta paradójico, entonces, que habiendo figurado el país como el primero de Latinoamérica con mejores índices de respeto a esa libertad en el 2023, se muevan fuerzas para echarle un pelo al sancocho manteniendo la vigencia de una ley, como la 1-24, que entraña graves riesgos para esa libertad.