Agua cero
Quienes leyeron ayer el Listín, en la página 10 encontraron un reportaje describiendo las penurias que padecen miles de familias por la falta de agua del sistema de acueductos de Santo Domingo.
Es una información similar a las que se publicaban a mediados de los años setenta del siglo pasado, cuando el servicio de agua no lograba llegar al interior de las viviendas y había que ‘cubetearla’ desde las aceras.
De ahí fue que nació el boom de las bombas ladronas, las cisternas y los tinacos, que ante la ineficacia del acueducto, se constituyeron en recursos individuales para paliar una situación colectiva.
Dotados de estos sistemas de bombeo y almacenamiento, las familias aprovechaban las ocasiones en que llegaba el agua por un par de horas, para abastecerse por unos días.
Ahora el problema es que en sectores que acostumbran a enviar el agua uno o dos días a la semana, las familias se quedan esperando hasta por un mes, y no llega.
Con cisterna, tinaco y bomba, pero sin agua en las cañerías, los jefes de hogar están en la obligación de pedir un camión privado suplidor, que les cobra entre 1,500 y 2,000 pesos por un par de metros cúbicos.
En cincuenta años, gobiernos van y gobiernos vienen, los capitaleños no han podido disponer de un servicio de calidad y mucho menos en cantidad suficiente para suplir sus necesidades elementales.
A los funcionarios que les corresponde garantizar agua hay que recordarles que suplir ese servicio es una condición irremplazable para garantizar la salud y la higiene de millones de capitaleños.
Las nuevas generaciones no pueden esperar otros cincuenta años para volver a leer en los diarios que “aquí no llega el agua”, “tenemos que comprar camiones cada semana” porque el acueducto no da un servicio eficaz.