Todos hemos perdido
Los jueces hablan por sentencia, pero ayer lo hicieron, además, con voz propia para advertir del peligroso derrotero al que nos empuja la cultura de búsqueda del “dinero fácil” entre los jóvenes.
Tras imponer duras penas de prisión a los acusados del asesinato de Joshua Fernández, más que magistradas, las autoras de la sentencia hablaron como madres compungidas por esta escalada delictiva entre jóvenes.
Llamaron a la sociedad a que promueva una reflexión general, para que se reviertan las condiciones que han llevado a muchos jóvenes a delinquir para conseguir riqueza.
Deploraron, apesadumbradas, esta generalizada inclinación a irrespetar las leyes y las reglas de convivencia de la sociedad, a la que han herido con crímenes motivados en la búsqueda del dinero fácil.
Al explicar las motivaciones jurídicas y reales de los elementos probatorios de su sentencia, las magistradas dijeron una gran verdad: con este episodio, y con los que se les asemejen, se producen tres pérdidas.
Pierde la sociedad, al sufrir una lesión el bien jurídico protegido; pierde la familia del joven asesinado, y pierde la de los que cometieron el crimen.
Tan relevante como el llamado a la reflexión de la sociedad lo fue también el mensaje que enviaron directamente a todos los padres para que verifiquen lo que hacen sus hijos en casa, a fin de prevenir estos descarríos.
Que este clamor se haya producido desde las mismas instancias de un poder que está llamado a castigar las violaciones a la ley, es un reflejo del nivel de inquietud que suscita el acelerado descalabro moral e institucional de esta sociedad.
El mensaje ha sido patético, oportuno e imperativo: la sociedad tiene que detenerse a pensar en cómo hacer frente a esta cultura de desenfrenos que incita a los jóvenes a esquivar el trabajo honesto y la formación educativa, para buscar placeres y riquezas a través de las adiciones, de los atracos y asesinatos o de cualquier modalidad de ilícitos que, para desventura, realizan con la mayor impunidad.