Reflexiones del director

¡Dilo todo en un minuto!

Uno de mis mayores traumas al empezar mi rol de analista noticioso de televisión, en 1981, fue someterme a la dictadura del tiempo para decirlo todo — o al menos intentarlo— en un minuto.

Cuando inauguramos el espacio nocturno de “El comentario de la noticia”, como un segmento del noticiario de Telesistema, Canal 11, lo hicimos desde la redacción del recién fundado periódico HOY.

Una vez que terminaba la grabación de una pequeña ronda de resúmenes que producían los editores para el segmento de “Las noticias que usted leerá mañana en HOY”, desde una mesa redonda, venía mi comentario de la noche.

Una deshonra para el país Video

¡Dilo todo en un minuto!


Ambos segmentos constituyeron una novedad en ese momento, como preludio de lo que ocurriría veinte años después con la llegada de la multimedia.

Mis comentarios iniciales tomaban entre cinco y seis minutos, tiempo que me parecía corto y coercitivo para llegar al fondo, en forma de análisis, de la noticia del día.

El experimento original duró poco, pues una semana después los productores del canal se quejaron ante el dueño de que mi comentario “tomaba demasiado tiempo”, lo que afectaba el formato dinámico del noticiario.

Me llamaron y me comunicaron, cortésmente, pero con un inocultable apremio, que tenía que reducir el comentario a tres minutos, casi como algo excepcional, lo que a mi juicio era improbable.

Después de tragarme la inconformidad y el desconcierto, acepté el reto.

Cuando me aventuré a restringir el análisis a tres minutos, sentía que era incapaz de describir un hecho, examinarlo en sus vertientes más relevantes y producir una conclusión aceptable en ese lapso.

Pero la historia no termina ahí.

La semana siguiente, volvieron los productores, más francos y menos diplomáticos y me dijeron: “Mire Franjul, no podemos seguir dándole tanto tiempo a ese comentario. A lo sumo, tendrá que hacerlo en un minuto”.

¿En un minuto? Estallé furioso y les dije: Pues búsquense otro u olvídense del comentario de la noticia. O pongan a un locutor a leerlos, como hacían los de La Voz Dominicana de Trujillo, porque con ese fórceps no creo que ni siquiera pueda llegar a decir al público de qué les hablaría.

Eso creó una crisis momentánea en el periódico y en el canal, porque me resistía a esa camisa de fuerza del reducido tiempo.

Como el mensaje me lo dieron un viernes, para que meditara en el fin de semana, opté por consultar a dos maestros de la síntesis analítica: don Salvador Pittaluga Nivar y el doctor Héctor Pérez Reyes.

Ambos fueron respetados analistas televisivos, y cuando les expuse mis inquietudes, ellos me tranquilizaron diciendo que los suyos también eran de un minuto, porque el tiempo de la televisión vale mucho.

El lunes siguiente, y con algunos trucos y claves que me dieron los maestros, probé suerte. Y esa noche ¡lo dije todo en un minuto!

Con la práctica y el dominio de la técnica, comprendí que todos tenían la razón. Me di cuenta de que es posible hacer economía de palabras sin hablar más de la cuenta.

El truco está en saber poner el punto final. No hacer muchos puntos y aparte, y exponer la conclusión en los primeros quince segundos del espacio. Después de ahí, hasta 30 segundos parecen una eternidad.