Una carga inaceptable
República Dominicana nunca le ha hecho daño a Haití.
Por el contrario, ha sido el primero que ha ido en su auxilio cuando ha sufrido todo tipo de desgracias.
Y el que, por años, ha permitido que un alto número de haitianos se haya asentado en su territorio, legal o ilegalmente, beneficiándose de oportunidades de trabajo, salud y educación gratuita.
Una contribución que nunca se lo ha reconocido ni el propio Haití ni la comunidad internacional.
¿Por qué, entonces, naciones poderosas quieren echar ahora sobre nuestro país las cargas trágicas de las desventuras haitianas, como la de acoger a cientos de miles de refugiados que huyen del estado de violencia imperante allí?
Las presiones que está ejerciendo la Organización de las Naciones Unidas, a través de dos de sus agencias, para parar de cuajo las repatriaciones de ilegales y convertir a la República Dominicana en un campo de refugiados, son inaceptables.
Acoger miles de refugiados implicaría un conjunto de responsabilidades y compromisos que el Estado dominicano no está en capacidad de asumir, más allá de las gravosas cargas financieras que exprimen sus presupuestos para atender a los que viven aquí.
En un fluido escenario de hostilidades armadas entre pandillas y fuerzas policiales, que se hace incontenible por la ausencia de autoridades legítimas, abrir las fronteras dominicanas a una avalancha de refugiados es una opción altamente peligrosa.
Equivaldría a trasvasar la crisis a un país que, como el nuestro, se afana por construir paz y prosperidad, a costa de muchos esfuerzos para garantizar la institucionalidad y la funcionalidad de la democracia.
Tamaño abuso e irresponsabilidad el que pretenden las naciones poderosas para soliviantar las bases jurídicas de nuestra soberanía y desestabilizar, en consecuencia, el proceso de desarrollo que hasta ahora ha marchado satisfactoriamente.