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Pocas celdas y demasiados presos

Los horripilantes sucesos acaecidos en la penitenciaria de La Victoria han desnudado las graves precariedades y fallas de nuestro sistema carcelario.

La alta proporción de presos preventivos, un factor que incide poderosamente en el estado de hacinamiento de nuestras cárceles, es una de ellas.

El repentino incendio que se declaró tras un presunto cortocircuito en una celda atiborrada de reos hizo que centenares de ellos, apilados en un limitado espacio, quedaran enjaulados a merced de las llamas.

El estado de pánico general pudo tener mayores consecuencias si se toma en cuenta que el recinto no disponía de reservas de agua suficiente para sofocar el incendio, otra de sus precariedades.

De trece muertos oficialmente admitidos, hay diez cuya identificación no se ha podido establecer, pese a que se supone que debe existir un registro de todos los que ocupan las distintas celdas para haber tenido ese dato de inmediato.

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Sin necesidad de considerar otras precariedades que agudizan las condiciones infrahumanas prevalecientes, la de la alta proporción de presos preventivos es la más relevante.

Resultó, como se temía, en la crónica de una muerte anunciada.

Con un 60 por ciento de reos preventivos es posible suponer que, entre las víctimas fatales, hay varios de ellos que murieron sin haber sido condenados por la justicia.

Como el sistema de justicia ha privilegiado la opción de la prisión preventiva y, paradójicamente el Estado no ha construido cárceles o nuevas celdas para ampliar los recintos existentes, la crisis ha hecho implosión.

Y ese incendio es una de sus más indudables manifestaciones.

Definitivamente llegó el momento de afrontar este desafío, declarando una estrategia para acelerar los procesos judiciales y promover otras alternativas a la prisión pura y simple.