Hasta que pasa...
El viejo dicho mexicano de que “Aquí no pasa nada… hasta que pasa”, ha cobrado trágico realismo con el incendio en la cárcel de La Victoria.
Varios reclusos muertos por asfixia y casi una treintena de afectados u hospitalizados por esa causa fue el saldo del fuego que generó un cortocircuito, chamuscando algunas celdas.
El episodio, reputado accidental por el momento, ilustra las peligrosas condiciones que se crean en un recinto carcelario que ya ha sobrepasado su capacidad física para acoger reclusos.
El estado de hacinamiento humano agrava cualquier situación de anormalidad que pueda originarse allí. Desde un motín, un brote epidémico o un fuego, como el de ayer.
Desde hace meses el Listín Diario ha venido publicando reportajes y editoriales sobre este estado de hacinamiento, causa a su vez de una cadena de violaciones a los derechos humanos de los allí recluidos.
Ayer el presidente Luis Abinader anunció un plan para mudar a 1,100 internos de La Victoria a otras cárceles, como un primer paso para ir desahogándola.
Gran parte del hacinamiento viene dado por el hecho de que de los casi 8,000 internos, la mitad está compuesta por presos preventivos, una denuncia de la cual ha sido apoderada la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos.
Luego de la tragedia de ayer, la inmediata decisión del gobierno de comenzar un plan de descongestionamiento es una respuesta adecuada, temporalmente.
Porque mientras los tribunales no aceleren los procesos para definir la suerte de los miles de presos preventivos, muy difícil se haría la otra tarea vital, que es la de acondicionar los recintos y subsanar sus ya degradadas condiciones ambientales.