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El grave dilema nuestro

“Ni tan lejos del Sol porque nos congelamos, ni tan cerca porque nos quema”.

Esta expresión popular refleja perfectamente el grave dilema de nuestro país frente a la crisis de Haití.

Querámoslo o no, por más distante y neutral que procuremos estar del volcán de violencia que estremece a Haití, jamás podremos vivir ajenos a los impactos de sus erupciones.

Ahora se vuelcan, con más fuerza, las presiones internacionales para emplazar en el país un corredor aéreo-terrestre de las Naciones Unidas, inicialmente con fines humanitarios.

Pero conociendo los débiles e inexistentes controles que existen en Haití para impedir una estampida de los que huyen del conflicto, el riesgo mayor es que aquí no podamos contenerla.

Solo si una fuerza de intervención extranjera se hace cargo de imponer un estado de orden social y político allí, asumiendo incluso el sellado del lado haitiano de la frontera, sería posible mantener la política de neutralidad dominicana.

De lo contrario, no.

Porque mientras falte ese valladar militar de aquel lado, la capacidad dominicana de esquivar una avalancha de masas hambrientas tratando de perforar las líneas fronterizas, será siempre inferior.

La crisis haitiana, de hecho, ya nos ha impactado bastante.

El país ha tenido que hacer inversiones extraordinarias para reforzar las capacidades logísticas de sus ejércitos, lo que estresa y desgasta sus tropas en un estado de permanente alerta.

El gobierno ha tomado medidas restrictivas y regulatorias en la frontera para minimizar la entrada de ilegales, y ha tenido que padecer el desasosiego que genera un clima de guerra intestina en Haití.

Hemos intentado estar lo menos cerca posible del Sol para alumbrarnos, pero la gravedad de los acontecimientos derivados del actual vacío de poder nos empuja, sin quererlo, a estar casi en el mismo epicentro del conflicto.

Ese es el dilema nuestro: lidiar con una crisis ajena, de imprevisibles consecuencias, sin tener mucho margen de maniobras para resistir las imposiciones foráneas y heredar las cargas ominosas e indeseables de esa “solución”.