¿Negociaciones secretas?

El gobierno dominicano asumió una actitud responsable al impedir que su territorio fuese usado como trampolín aéreo para facilitar el retorno de Ariel Henry a Haití, a mediados de la semana pasada.

La razón argüida por el presidente Luis Abinader es que Henry “no es bienvenido en el país por motivos de seguridad “, en vista de que prevalece un momento de tensión y violencia en el que pandillas armadas desafían la autoridad del gobierno de ese país.

En las vísperas del abortado plan de Estados Unidos y Haití para reingresar a Henry en Puerto Príncipe, el gobierno dominicano informó que había sido consultado, de manera informal, sobre tales propósitos.

Y que, en dos ocasiones, hizo la salvedad de que era imposible permitir la “escala indefinida” del avión que lo traería si previamente no recibía “un plan de vuelo definido”.

Lo sorprendente es que, establecidas esas condiciones, el avión que traía a Henry desde un aeropuerto de la ciudad norteamericana de New Jersey ignoró este requisito y enrumbó hacia nuestro país, aunque luego tuvo que recalar en Puerto Rico.

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Una versión del diario norteamericano El Nuevo Herald ha revelado que funcionarios dominicanos habrían negociado en secreto el aterrizaje, pese a que no se produjo finalmente.

Aquí es cuando resulta inaudita y preocupante la revelación del Herald, porque trascendía la decisión tomada por el Consejo de Seguridad Nacional dos días antes, tras las “consultas informales” que se hicieron con Estados Unidos y Haití.

Es saludable que este episodio quede debidamente contextualizado, porque en las actuales circunstancias en que el país afronta amenazas a su seguridad por la crisis de Haití una “negociación secreta” con los propósitos originales es inadmisible.

Porque pone en juego nuestra propia soberanía, ya que ningún país puede dictarle al nuestro políticas o acciones que vulneren los marcos de sus potestades constitucionales o estratégicas para decidir cómo actuar frente a este conflicto.

Es peligroso, en las actuales circunstancias, que por aceptar presiones y decisiones que convienen a otros intereses estratégicos, se admitan maniobras o jugadas debajo de la mesa para favorecer cualquier tipo de salidas a la crisis haitiana, comprometiendo nuestra seguridad y nuestra soberanía.

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