Saturados por los cuatro costados

Problemas viejos, por un lado, y trastornos de reciente aparición, por el otro, están saturando a la sociedad dominicana por donde quiera que se le mire.

De los más antiguos, uno que ha hecho implosión es el carcelario.

Hoy, más que nunca, las cárceles están atiborradas de reclusos, generando un serio problema de hacinamiento.

Y, con este, deviene otro problema de saturación: el de los tribunales que no procesan a tiempo los expedientes dando lugar a una enorme montaña de presos preventivos.

Otro tipo de saturación es el de la migración ilegal de haitianos, y pareja con ella la de las parturientas que copan las camas de las maternidades dominicanas.

La violencia, en todas sus vertientes, pero más que nada la familiar, ha ido elevando los índices de feminicidios y homicidios.

Las calles se han atiborrado de vehículos, generando embotellamientos nunca vistos.

Mientras que el país sigue liderando el ranking mundial de accidentes fatales de tránsito, algo que mantiene desde hace mucho tiempo.

Aparte de la saturación de las noticias, lo que es un fenómeno mundial, a la sociedad dominicana también la abate la de la creciente cantidad de trastornos mentales asociados a las secuelas del COVID.

También la satura la estrepitosa y sostenida caída de la formación educativa, arrastrada a su vez por la desaparición de valores, como la disciplina, el respeto y la honestidad.

El catálogo es mayor.

De lo único que no estamos saturados, que sería lo ideal, es de amor patrio ni de voluntad para defender el sueño de los que fundaron a la República Dominicana como una nación libre, independiente y soberana hace 180 años.