Un soldado de Dios y de la Patria

El cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez ha sido, a lo largo de su vida pública, un guerrero de fuste en la promoción de la fe cristiana y los valores que enaltecen la dignidad humana.

También, un celoso guardián de las esencias nacionales en las distintas circunstancias en que han asomado intenciones, presiones o iniciativas, que suponen riesgos a nuestra condición de país libre y soberano.

Enemigo de la dictadura de Trujillo, crítico valiente de las dobleces de gobiernos entreguistas o corruptos que se han evidenciado sumisos a los dictados de poderes externos, el cardenal López Rodríguez es uno de los más intransigentes defensores de la democracia y de los valores morales que deben distinguir a la sociedad.

En su fructífero e incomparable magisterio apostólico, constituyó la voz más alta que siempre tuvo la sociedad en la condena de las tendencias que han pretendido -y de alguna manera logrado- distorsionar esos valores.

Dominicano a toda prueba, enfrentó desembozadas injerencias de poderes externos afanados en imponer líneas culturales o políticas que riñen con las costumbres y la identidad nacional.

Nunca transigió a la hora de defender los derechos ciudadanos y los más caros fundamentos de nuestra Constitución.

Las veces en que desde algún poder del Estado se deslizaron iniciativas contrarias a estos derechos, hizo valer su estatura moral y su liderazgo eclesial para combatirlas, sin rehuir a las controversias.

Al retirarse de sus infatigables responsabilidades como arzobispo metropolitano de Santo Domingo, cumpliendo con el Derecho Canónico, la sociedad sintió el gran vacío de una personalidad que siempre estuvo en la primera fila de la defensa de sus intereses.

Este valiente guerrero de la fe y de la Patria está preparado para afrontar otra prueba de fortaleza física y espiritual cuando se someta, la próxima semana, a una delicada operación para restaurarle una de sus caderas, fracturada al sufrir una caída.

Confiamos en que saldrá nuevamente victorioso de esta batalla, porque el pueblo lo ama y lo necesita, ahora más que nunca, cuando afloran las señales de un grave declive moral y del liderazgo social y político.

¡Que fluyan ahora las oraciones y las buenas energías para que supere con éxito esta nueva prueba!