Desesperación y desacato
Las dosis de paciencia y ecuanimidad se han agotado entre los usuarios de las vías públicas.
La carga de desesperación y estrés está llevando a muchos conductores a saltarse todas las reglas del tránsito, entre ellas una que todos respetaban escrupulosamente: andar en la vía indicada, no en contrario.
Los intensos embotellamientos del tránsito exasperan a los que circulan en vehículos por nuestras calles y avenidas, disparando los instintos hacia la violencia y los insultos.
Las peleas entre conductores y agentes policiales y de tránsito también son un reflejo del descalabro de la paciencia y la ecuanimidad en unos y otros.
Lo que antes era raro e impensable, que un vehículo circule en vía contraria en una autopista o avenida principal, ya es escena cotidiana.
Muchos conductores tienen premura en llegar a un sitio y desafían toda regla que los limite.
Si se generalizan estos desacatos, la crisis que ahora generan los taponamientos escalará a otras dimensiones insospechadas.
Un desplome de la eficacia y utilidad de las reglas que regulan el tránsito solo conduce a convertir las vías públicas en un territorio selvático, donde mandan las fieras más desafiantes y osadas.
Lo lamentable es que, en términos numéricos, no contamos con los suficientes agentes para imponer el orden en el tránsito.
Y aún si los tuviéramos, tendrían que enfrentarse a una fuerza superior que se alimenta de la rebeldía y el enojo de los que no pueden soportar más el impacto de este caos, y están dispuestos a violar las normas, con todas sus consecuencias.