El grito diario
Con todas sus arterias congestionadas de vehículos a cualquier hora, el tránsito en la capital ha quedado atrapado en un callejón sin salida.
Por lo lenta y desorganizada que es, la circulación de vehículos y personas se ha hecho más difícil cada día.
La ciudad se asemeja a un enfermo terminal que, urgido de oxígeno, no tiene cómo respirar y sobrevivir.
Para colmo, pocos usuarios de las vías respetan las reglas que norman el tránsito y el transporte, lo que es un factor agravante.
Y para apretar más la soga que ahorca el cuello, las vías secundarias o de residenciales tampoco permiten la fluidez de circulación de vehículos y peatones.
De lado y lado están copadas por vehículos estacionados, en algunos casos hasta en las aceras, y si se trata de una calle de doble dirección, poder atravesarla es como sacarse el premio mayor de una lotería.
Hay una disposición que prohíbe estos dobles estacionamientos en calles de una sola dirección. Hoy es letra muerta.
Ni los conductores la respetan, ni la autoridad la hace cumplir. Este dejar pasar ha complicado aún más la crisis del taponamiento en las principales calles y grandes avenidas.
En la desesperación por buscar atajos y salidas rápidas, hay conductores que infringen las normas y circulan a contravía.
Aparte de la contaminación ambiental que provocan los gases de motores de millares de vehículos en marcha lenta, los usuarios son susceptibles de padecer ansiedad, ira y estrés mientras estén atrapados en este callejón sin salida.
Los peatones no escapan a estas calamidades. No hay aceras anchas y seguras, ni tampoco libres de obstáculos.
Por eso se ha hecho costumbre de muchos motoristas desesperados subirse en ellas para eludir los atascos.
Tal parece que a la capital no le caben más vehículos transitando al mismo tiempo.
Y que las autoridades no tienen a la mano las soluciones urgentes y reales para salir del callejón. Este es el grito diario.