editorial

Hay que blindar el Constitucional

El Tribunal Constitucional (TC), máximo escudo de la soberanía y la nacionalidad, está a las puertas de su mayor recomposición de fondo en sus 13 años de existencia.

Cinco de sus jueces, incluyendo a su primer y único presidente, Milton Ray Guevara, terminarán pronto el período para el cual fueron elegidos y, por tanto, deben ser reemplazados.

El Consejo Nacional de la Magistratura (CNM), el órgano supremo que decide la elección de los jueces reemplazantes, abrió hace dos semanas un proceso consultivo para tales fines, que culmina mañana.

Pero, a juzgar por la baja cantidad de aspirantes inscritos en la lista de postulaciones, la convocatoria no ha tenido la acogida necesaria, tal vez por la prisa con que se ha hecho.

Es aconsejable, entonces, prorrogar la fecha de cierre de las postulaciones, para no festinar las decisiones cruciales que el CNM debe tomar en el cumplimiento de sus atribuciones.

La mayor responsabilidad del Consejo es la de ceñirse al rigor de escoger hombres o mujeres con formación académica en el área constitucional y probada imparcialidad e independencia, principalmente de partidos políticos, grupos económicos o de los poderes públicos.

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La sociedad debe estar alerta y convertirse en custodia de este proceso, para evitar que lleguen a esas magistraturas personajes que, por sus posturas públicas en el pasado, no encajan dentro de la mística independiente y autonómica de esta alta corte.

Enemigos confesos de la Patria, vale decir, de los valores intrínsecos enraizados en su Constitución fundacional, no pueden entrar a ese tribunal.

Tampoco aquellos que, por influencias de partidos, grupos de intereses o ejes de poder internacional, puedan ser propensos a desconocer importantes jurisprudencias creadas por el TC en distintas materias, como la de la nacionalidad.

Con el amplio nivel de prestigio y credibilidad, nacional e internacional, que ha cultivado el TC, es alta la vara que tiene el CNM para que el blindaje moral y constitucional de la corte no se resquebraje con una mala elección de jueces sin el perfil requerido.

Son muchos los asuntos sensitivos que debe decidir el TC con fallos inapelables, en el interés de evitar que la estabilidad política, social y económica del país, afronten riesgos peligrosos.

Esa suprema misión hay que defenderla ahora más que nunca, cuando existen fuerzas obrando para dañar el andamiaje de nuestra soberanía y nacionalidad, o para acomodar legislaciones a unos nuevos derechos que no se corresponden con nuestra idiosincrasia.

Intereses ajenos al bien común jamás pueden tener palancas a su favor en el TC.

Tampoco la sociedad debe permitir que la politiquería, antes que el buen sentido de la más pura doctrina jurídica constitucional, haga base en ese tribunal y desnaturalicen su misión.

La democracia y la preservación de la nación dominicana y su soberanía están en juego en esta elección.

Que no le queda duda a nadie.