editorial

La aorta del país

La frontera no es simplemente una línea limítrofe que divide un territorio de otro.

En el caso nuestro, es la aorta del país. En ella está la sangre del corazón nacional. Y si colapsare, la patria entraría en trance de muerte.

Como arteria de la soberanía y la nacionalidad, los glóbulos y las plaquetas que la purifican están representados, a la vez, en sustancias vivas, líquidas y sólidas.

Estas pueden representarse en varios elementos que integran esa arteria: los miembros del Comando Especial de Seguridad Fronteriza; las gobernaciones y alcaldías de la región, la dirección de Migración, la de Aduanas, la de Control de Drogas, algunos ministerios, los consulados y los políticos.

Todos estos elementos se enrevesan para intentar controlarla, pero en esos entroncamientos aparecen los oportunistas de todas las épocas: traficantes de drogas, armas, personas y mercancías diversas, que logran violentar leyes migratorias y normas fiscales.

Por sí solo, ninguno de los elementos vivos que componen el tejido sanguíneo fronterizo resulta suficiente para garantizar que la sangre de la patria fluya libre de los otros componentes que día a día la contaminan.

El Ejército tiene una presencia limitada en este entramado, porque los soldados que pertenecen a esa y otras armas, operan bajo el mando del CESFRONT, que a su vez actúa con la sombrilla del Ministerio de Defensa.

Se piensa que una cobertura especial de esta arteria podría ser, en el futuro, el muro fronterizo.

Pero aún con él, la seguridad y la capacidad de contención de migrantes que estaría llamado a garantizar dependerá mucho del corrosivo papel que ejercen, sobre el resto de los demás componentes del entramado, los sicarios, sobornadores y traficantes.

El contubernio de oficiales y subalternos, agentes aduaneros, migratorios y caciques políticos o cónsules, con los traficantes, ha echado raíces y es el principal factor desestabilizador del sistema de seguridad nacional.

No es fácil desmontarlo. Pero se puede.

A la hora en que un gobierno, firme y decidido, le entre con la fuerza de la ley y la Constitución a esas mafias y a esos indignos agentes que las sostienen con sus pecaminosos y antinacionales contubernios, la sangre de la aorta del país podrá estar más limpia e invulnerable.

Así debe de ser, aunque luzca una utopía.