editorial
Hora suprema para la defensa del país
En el juego diplomático de “amagar y no dar”, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha soltado a Haití a su propia suerte.
Descartada la opción de autorizar el envío de una fuerza militar de pacificación, la ONU está ahora ‘natagueando’ en la búsqueda de otras fórmulas que pudieran viabilizar la intervención.
Otra estrategia más de ganar el tiempo y seguir con los brazos cruzados.
La comunidad internacional no parece entusiasmada en patrocinar la acción militar, motu proprio, porque necesitaría la aprobación de sus congresos.
Si esa es la “Raya de Pizarro” que ha sido trazada por la comunidad internacional, entonces la República Dominicana tiene que oponerle la suya.
Llamémosla la “Raya Abinader”, destinada a proteger por sí misma al país de la potencial amenaza de un conflicto agravado en Haití.
Para hacerlo, solo se necesitaría determinación, valentía y pruebas contundentes, como las que dio el doctor Joaquín Balaguer cuando se resistió a abrir campamentos de refugiados en el contexto del embargo impuesto por la ONU a Haití, en 1991.
En consecuencia, el gobierno no debe perder tiempo en poner en marcha ya un estricto programa de defensa de la seguridad nacional, teniendo como foco estratégico la frontera.
Con una comunidad internacional y la ONU reacias a actuar, los únicos capaces de proteger la frontera y la soberanía nacional somos los dominicanos, con un gobierno corajudo a la cabeza.
La “Raya Abinader” debería trazarse así:
-Cierre total de la frontera a partir del 31 de julio, con extraordinario blindaje militar, a todo tipo de tráfico.
-Prohibición del uso del territorio nacional como base de operaciones de agencias extranjeras que suplen asistencia policíaco-militar al gobierno de facto de Haití.
-Llamada a consultas, para un retiro indefinido, a nuestros representantes diplomáticos y consulares en Haití, mientras permanezca el cierre total.
-Y repatriación inmediata de todos los ilegales haitianos.
Una vez cortadas las líneas de acceso fronterizo, por aire, mar y tierra, ni las bandas armadas, ni las élites que las sostienen, ni los cómplices de este lado que hacen negocios con los traficantes, podrán incidir e influir en el curso de esta determinación nacional.
Y luego veremos qué hará la ONU cuando el país deje de ser visto o proyectado como el colchón amortiguador de una crisis a la que todos les están sacando el cuerpo.