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Una broma pesada

Las bromas eran habituales, como vías para evadir el estrés o la monotonía, en la Redacción del Listin cuando me inicié en el periodismo en el 1968.

Recuerdo muchas de ellas, ligeras y pesadas, con las que algunos se confabulaban para distraer, desconcertar, preocupar o provocar enfados a la víctima elegida.

El veterano y respetado periodista Ernesto Puello Bello, para entonces el decano de los periodistas en la Policía, fue el objeto de una de ellas y casi lo perdemos en el equipo.

A alguien se le ocurrió escribir una supuesta noticia que indicaba que en la bodega de un barco encallado en la bahía de Samaná se había encontrado un enorme alijo de armas y municiones que entrarían de contrabando.

En la tarde, cuando Puello Bello llegó a la redacción a escribir las noticias del día, los ejecutivos le preguntaron si sabía algo de lo que decía la noticia falsa preparada para la broma y fechada en Samaná.

Asombrado por el dato, pidió unos minutos para averiguarlo.

Por el nivel de relaciones y respeto que tenía en la Policía, entendió que urgía poner al jefe al tanto de la situación. Y lo llamó a su número directo. El jefe, que tampoco sabía nada, le agradeció la valiosa información.

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Treinta minutos después, desde la jefatura policial le devolvieron la llamada para informarle que una comisión formada por dos generales y tres coroneles estaba ya de camino a Samaná para investigar el hallazgo.

Jubiloso con esta exclusiva, Puello Bello la reportó de inmediato a los ejecutivos de la Redacción.

Estos jamás pensaron que el relajo iba a llegar tan lejos y, muy arrepentidos le confesaron a Puello Bello que la nota era un invento.

Lo qué pasó después, con un Puello Bello alterado y desconcertado que llamaba de nuevo al jefe policial para que diera marcha atrás al operativo, lo dejo a la imaginación de los lectores.

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