A poner las barbas en remojo
Francia ha quedado atrapada en un anillo de fuego, violencia y destrucción, tras la muerte a tiros de un joven inmigrante árabe que había ignorado detenerse en un control policial.
El episodio ocurrió en Nanterre el pasado 27 de junio y de inmediato se desencadenaron protestas de residentes en barrios populares y muy pobres.
Estas protestas, como un tsunami de fuego, se han extendido por toda Francia creando las condiciones para un eventual estado de excepción, con fuertes restricciones a la circulación de vehículos, autobuses y trenes.
En las protestas participan, fundamentalmente, jóvenes de comunidades musulmanas y de distintas etnias, muchos de ellos menores de edad, que asocian la muerte del joven argelino Nahel a una supuesta política de racismo y discriminación de la policía francesa.
Imputaciones de ese tipo también han sido dirigidas contra algunos gobiernos europeos por parte de las comunidades de inmigrantes africanos y de naciones árabes, ante las prohibiciones a la entrada de refugiados de esas zonas.
EDITORIAL
La República Dominicana, muy distante de Europa en términos geográficos, no escapa tampoco al estigma, cuando organizaciones no gubernamentales haitianas y comisionados de las Naciones Unidas nos endilgan lo mismo.
De hecho, la masiva presencia de ilegales haitianos en el país y la contención que trata de aplicar el gobierno a ese flujo aparentemente incontrolable, adquiere cierta semejanza con lo que ocurre en Europa.
Con la particularidad que, en el caso actual, se justifica un mayor estado de alerta para defender la soberanía y la seguridad nacional, ya que Haití es también pasto de la violencia vandálica de grupos armados que operan dentro de un profundo vacío de poder.
Es aconsejable, entonces, mirarnos en el vidrioso espejo francés y ponernos en modo preventivo, haciéndole caso a este famoso refrán de paso, “Cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar”.