El maestro, en franco desvalimiento

Entre las conmemoraciones más significativas que, años atrás, unían a la sociedad para un homenaje nacional, era la del Día del Maestro.

Desde los niveles primarios hasta los superiores, la fecha congregaba a padres y alumnos en celebraciones para reconocer, agradecer y exaltar la labor del maestro.

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Se le tenía, en paralelo con los padres, como el complemento indispensable en la tarea de educar y modelar a los ciudadanos, para que fuesen útiles a la sociedad.

Ese pedestal no existe hoy.

Ni los padres ni los maestros gozan del valimiento y el respeto de antaño y, por tanto, su rol y su jerarquía han ido perdiendo velozmente su relevancia en una sociedad que se mueve con otros valores y paradigmas.

En ese estado de franco desvalimiento, el futuro de los maestros se torna más incierto en la medida en que los llamados a beneficiarse del magisterio humanista prefieren otras “fuentes del saber”.

Estas son las que ofrecen las nuevas tecnologías que almacenan datos para el conocimiento elemental o profundo, adaptadas a una sociedad que poco a poco sustituye la del docto humano, en este caso del profesor, por la de un robot.

Para colmo, el proceso ha sido accidentado, pues en el camino se le ha perdido respeto a la figura del docente.

Le han amarrado los brazos para imponer la disciplina a los alumnos, y fatalmente, van quedando pocas familias que lo consideren aliado y corresponsable de la formación de sus hijos.

En verdad, hay pocos motivos para creer que hoy pueda “celebrarse” el Día del Maestro… como lo era antes.

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