El “gabinete de los centinelas”

En marzo del 2002, al inaugurar la reunión de medio año de la Sociedad Interamericana de Prensa, el entonces presidente Hipólito Mejía hizo esta singular apología de la prensa:

“La prensa dominicana se ha constituido en el más efectivo gabinete de centinelas que Presidente alguno pueda tener”.

“Lo peor que puede pasarle a un país —dijo entonces Mejía— es un gobierno confabulado con la prensa”, porque eso da lugar a una progresiva fatiga de los pilares de la democracia: la libre expresión y difusión de las informaciones.

“Cuando eso sucede —advirtió — la turbiedad sustituye a la transparencia, la corrupción a la honestidad y las tribunas del totalitarismo a los foros de la democracia”.

En pocas palabras, Mejía sintetizó el papel esencial que le corresponde a la prensa, que es el de informar la verdad y actuar como “celosos vigilantes" de los poderes públicos.

De aquel año hasta ahora, esta adecuada valoración de la prensa ha estado ausente en la mentalidad y en la conducta de muchos mandatarios latinoamericanos.

Por esa razón, asistimos hoy en América Latina a uno de los periodos más sombríos para la libertad de prensa, un “clima dantesco” bajo el cual se han producido asesinatos, atentados a sedes de periódicos, cierre de medios y excesivo ejercicio de la censura y de intolerancia.

Lo paradójico es que, en la medida en que regímenes y sus líderes endosan ataques y campañas para desprestigiar a la prensa, la opacidad gubernamental se va convirtiendo en un nocivo patógeno que degrada la democracia.

Los gobernantes que actúan así creen que la prensa pretende gobernar o disputarle el poder.

Martin Baron, exdirector del The Washington Post, ha dicho recientemente que “los periodistas no debemos ser el partido de la oposición”, sino los árbitros independientes de los hechos y la verdad.

Pese a esto, la historia sigue llenándose de ejemplos de seres humanos que tienen miedo a la verdad… y hasta la odian.