editorial

Más allá de las bazofias humanas

Aún cuando sus maldades estremecen el alma nacional, más allá de las bazofias humanas que andan atracando y matando, hay segmentos de nuestra juventud que constituyen la verdadera esperanza del país.

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Son aquellos jóvenes que, salidos de hogares humildes, sin recursos y, en algunos casos, con discapacidades físicas, obtuvieron becas y descollaron en sus estudios universitarios.

Ejemplos hay por montones. Aquí algunos:

Los jóvenes que forman los equipos Apolo 27, del Intec; Artemis 17, del liceo Miguel Canela Lázaro, de Salcedo y del team Armstrong, del Instituto Especializado de Investigaciones del Loyola.

Todos han ganado premios diseñando programas de software y equipos para usos en el espacio en los concursos muy competidos que promueve la NASA, la Agencia Espacial de los Estados Unidos.

Por igual, los diferentes grupos de escolares secundarios de escuelas de pueblos que han vencido en competencias internacionales de matemáticas y otras disciplinas, y los miles de técnicos y especialistas que ha formado el INFOTEP.

A esta lista agregamos los niños y adolescentes que la Fundación Abriendo Camino viene especializando en robótica y programación, en Villas Agrícolas.

Como también a sus pares de la escuela que opera en Ciudad Santa María, de Santiago, que se forman en diseño y fabricación de robots para su uso positivo en procesos industriales, educativos, comerciales y tecnológicos.

En el orden personal, son muchos los testimonios de los sacrificios de jóvenes que, afortunadamente, nacieron y se criaron en hogares humildes donde los valores humanos esenciales eran predominantes, y hoy son ejemplos de superación profesional.

Desecharon la vía fácil de los “corillos” barriales, los desenfrenos de las adicciones y el desacato de las normas sociales, la burbuja siniestra y maligna que ha contaminado a una parte de nuestra juventud.

Hablamos de Lorena Peña Pimentel, con discapacidad auditiva y del habla, que alcanzó su grado de licenciada en administración de empresas en la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña, gracias a una beca, porque no tenía dinero para costearse los estudios.

De Robert Juan Pérez, excelente desarrollador de software, graduado en el ITLA con una beca porque su madre carece de recursos, mas no de valores morales y religiosos.

De Anthony Francisco Liriano, que pasó su adolescencia trabajando como delivery y se graduó con altos honores como matemático en Unicaribe, gracias a una beca del Instituto Nacional de Formación y Capacitación Magisterial.

Asimismo, de la joven Carolina Tineo, discapacitada visual, graduada de licenciada en educación y lingüística en Unicaribe y de Nachely Judith Lora, summa cum laude en la última graduación de profesionales de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, como licenciada en matemáticas.

Estos jóvenes constituyen semillas de esperanza y salvación.

¡El país debe premiarlos y reconocerlos!

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