editorial

Haití: el retorno del "Pere Lebrum"

La masacre a fuego vivo de 14 supuestos bandidos en Haití ha reeditado uno de los capítulos más grotescos de la cultura del salvajismo humano: el “suplicio del Pere Lebrum”.

Este cruel método de exterminación fue la peor herencia de la época en que Haití fue gobernada por el presidente Jean Bertrand Aristide entre 1993-1996 y 2001-2004.

Elegido popularmente gracias a sus promesas de redención de las masas desposeídas, el antiguo sacerdote de la Orden Salesiana promovió esta forma de “suplicio” para condenar a muerte a sus adversarios.

Desarraigado de su comunidad religiosa y partidario de la llamada Teología de la Liberación, no tuvo pudor ni piedad humanista para echar las turbas contra los remanentes de la dictadura de los Duvalier, padre e hijo, a los que tenía por enemigos.

Los perseguidos terminaban con un collar de neumático incendiado, de cuya tortura no podían escapar, rumiando su dolor y desesperación delante de ciudadanos que se mostraban insensibles frente al sacrificio.

Rememorando esos episodios, la mismas escenas se reprodujeron esta semana en una de las calles de Thomassin, en Puerto Príncipe, cuando los cuerpos de los 14 supuestos bandidos quedaron convertidos en piras humanas tras una emboscada de la Policía.

Con todas las libertades y los derechos atropellados por bandas criminales y la reacción de los adversarios que los persiguen, surge de nuevo la vía del “suplicio del Pere Lebrum” matizando el cuadro de violencia que ha hundido a Haití en su peor tragedia.

Estas formas de cuerpos quemados y tierra arrasada también caracterizaron el comienzo de la República con Dessalines, por lo que no son extrañas en la idiosincrasia de esa nación vecina.

Razones poderosas existen para el asombro y la preocupación del gobierno y la sociedad dominicana frente al derrotero de sangre, violencia e inestabilidad de Haití.

Es lo que muchos temen: que estas confrontaciones deriven en linchamientos y masacres como las que ya se están haciendo frecuentes en Haití, un modelo de barbarie insólito en pleno siglo XXI.

Nadie quisiera que estos vientos de vandalismo ni mucho menos las técnicas de suplicios, como Pere Lebrum (una famosa marca de neumáticos), se repliquen en nuestro país como resultado de una extensión del conflicto hacia esta parte de la isla.

De seguro que el canciller Roberto Álvarez planteará de nuevo la preocupación de República Dominicana ante esta amenaza a la seguridad interna, y la necesidad de una pronta intervención de fuerzas extranjeras en Haití, cuando hable hoy ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, dedicado al examen de la crisis haitiana. 

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