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Con la soberanía no se negocia

En la búsqueda de una solución a la crisis haitiana, a la comunidad internacional hay que hacerle saber, con firmeza y claridad, que la soberanía dominicana no está ni puede estar en juego en ese proceso.

Por tanto, son inadmisibles cualquiera de las fórmulas políticas, diplomáticas o militares que, en aras de pacificar y refundar a Haití, comprometan el control de nuestra frontera y, peor aún, la vigencia de nuestras leyes migratorias.

A falta de acciones directas con una fuerza internacional robusta de pacificación, la comunidad internacional se enmadeja en alternativas que, al final, pudieran convertir a nuestro país en pivote de las mismas.

Y la República Dominicana, como reiteradamente lo ha dicho el presidente Luis Abinader, no puede echarse encima las secuelas de la crisis haitiana, más de lo que ya soporta con fuerte desmedro de su presupuesto y de sus mismas leyes migratorias.

Frente a esta postura repetida y sostenida con firmeza, no han faltado las presiones externas para que no se repatrien haitianos ilegales.

Bajo ese predicamento aparentemente humanitario y consecuente con la defensa de los derechos humanos, subyacen las intenciones de derivar, hacia la República Dominicana, la fuerza centrífuga de una emigración masiva de haitianos, más de la que ya hemos absorbido.

Lo incómodo es que esas fórmulas se sugieran “diplomáticamente” con una zanahoria en la mano izquierda y un garrote en la derecha, en la espalda, para que no haya alternativas. Sí o sí. O aguanta las consecuencias.

Sanciones o castigos que afectan la economía o la soberanía de los pueblos han sido armas de uso común en las confrontaciones, bélicas o políticas, como está pasando en el contexto de la guerra ruso-ucraniana.

Por cierto, en esta confrontación el resultado real ha sido la recomposición del tablero mundial de poder, con otros actores, como China, que parece marchar hacia la supremacía.

Sea cual sea el curso del proceso de cara a la solución del problema haitiano, la soberanía dominicana no puede ser ficha de negociación en ningún sentido.

Y el mismo gobierno es el primero que debe saberlo.

En las actuales circunstancias, se necesita un abigarrado apoyo de la sociedad a toda decisión que tome el presidente Abinader para defender la soberanía frente a cualquier interlocutor que venga con zanahoria y garrote a imponer salidas extra constitucionales.

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