Entre “hoaxes" y “fake news”
Hay noticias inventadas, a modo de bromas de mal gusto o de puro sensacionalismo, que los norteamericanos llaman “hoaxes”.
Y también otras que, lejos de obedecer a un simple truco para generar audiencias, son intencionalmente falseadas para engañar o manipular a los lectores, denominadas “fake news”.
Ambas modalidades, usadas por medios de comunicación, en el pasado remoto y actualmente con mayor profusión, han destruido la credibilidad y confianza en los periódicos o las plataformas que las difunden.
La masificación de estos recursos ha obligado a los medios que ejercen un periodismo profesional a desplegar innumerables mecanismos para evitarlas.
No obstante estas precauciones y pudor por la verdad, ha habido casos decepcionantes de grandes y respetables cabeceras internacionales que, sorprendidas en un descuido de sus filtros de comprobación, publicaron reportajes o “hoaxes” para atraer audiencias, y luego tuvieron que pedir perdón a sus lectores.
Traigo el tema a colación para referir dos experiencias de noticias inventadas que tuvimos en el Listín, en tiempos diferentes, que atribuyo a prácticas acomodaticias de sus autores.
En una, ocurrida en 1970, este diario publicó con lujo de detalles una procesión de Jesús el Nazareno en plena Semana Santa, que nunca se realizó.
El reportero encargado de cubrir la actividad religiosa supuso que, como era la tradición, la procesión se realizaría el miércoles santo y reprodujo la misma nota del año anterior, para así poder tomarse ese día libre.
Pienso que no hubo mala fe en él, sino una fallida astucia para cubrir su inasistencia al servicio.
Desafortunadamente, un torrencial aguacero cayó ese día e hizo suspender la procesión. Pero el Listín la dio por realizada y así lo publicó al día siguiente.
Bien temprano en la mañana, el párroco de la Iglesia del Carmen, Rafael Bello Peguero, llamó alarmado al diario para desmentirla y reprocharnos el desliz.
El otro caso es digno de una obra de ficción literaria. Un reportero describió con emotivos matices la ceremonia del entierro de un soldado dominicano muerto en la guerra de Irak.
Después que nuestro diario publicó este conmovedor relato, la familia llamó desde Nueva York para aclarar que el difunto aún estaba en la funeraria.
Una infeliz combinación de prisa y falta de comprobación de los hechos, dos fallas imperdonables de incumplimiento de todo manual de ética periodística, dieron lugar a estos lamentables desatinos.