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La depredación de las Dunas de Baní

Las Dunas de Baní son, por sus particulares beneficios al medio ambiente, el más emblemático símbolo ecológico del país.

Protegerlas de las extracciones indiscriminadas de sus finas arenas equivale a garantizar su rol de equilibrio de todo el ecosistema costero y vegetativo de su entorno.

Al ser únicas en el país, constituyen un invaluable patrimonio natural que ninguna nación puede darse el lujo de exponerlo a la degradación de terceros.

Y eso, justamente, es lo que ha estado ocurriendo durante años, un fenómeno inquietante al que el LISTÍN DIARIO le presta continua atención, más que la que episódicamente ofrece el Ministerio de Medio Ambiente.

Solo durante la breve pero trágicamente truncada gestión de Orlando Jorge Mera, quien ordenó diseñar un amplio programa de vigilancia y estructuras físicas para impedir la intrusión de depredadores, las Dunas estuvieron protegidas.

Pese a las pruebas testimoniales y gráficas que el LISTÍN ha mostrado siempre que denuncia intervenciones dañinas a las Dunas, la actitud de las autoridades es la de tapar sus propias deficiencias de manejo y cuidado de este recurso natural.

Casi lo mismo que acontece en relación con otras zonas de alto valor ambiental, sometidas últimamente a la deforestación intencional para fincas o proyectos turísticos de montaña, a veces por medio de incendios.

La primera reacción es la de negar o tapar la realidad cuando lo cierto es que su capacidad de acción y de previsión ha sido desbordada, impidiéndole brindar una mejor y más sistemática protección a los recursos naturales puestos bajo su cuidado.

Ningún gobierno puede sustraerse del sagrado compromiso de defender, a toda costa, la integridad de las Dunas de Baní, así como de asegurar la total protección de los demás recursos medioambientales, hoy amenazados y vapuleados por la insensatez y la gula de los desaprensivos, dominicanos o no.

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