La institucionalidad herida
Son profundas las heridas que dañan la institucionalidad del país, como resultado de la cultura del desacato y del incumplimiento de las leyes que se han arraigado en esta sociedad.
Hemos ido cayendo, de ese modo, en una cadena de quiebres inducidos del estado de derecho, con sus imprevisibles consecuencias.
La falta de institucionalidad, entendida como la incapacidad de las entidades públicas y privadas para cumplir cabalmente sus responsabilidades legales y sociales, es casi epidémica.
Los casos más ostensibles ocurren en la esfera de la justicia, donde confluyen dos situaciones: los desacatos a sentencias o, sencillamente, la impunidad o falta de un vigoroso régimen de consecuencias.
Las llamadas órdenes de alejamiento de personas potencialmente agresivas contra parejas o ex parejas ha sido aliciente de innumerables feminicidios.
El desprecio a leyes del tránsito ha conllevado una larga cadena de accidentes, con saldos trágicos.
La escasa sanción o castigo a los casos de corrupcion administrativa debilita el músculo punitivo de la justicia y convierte al erario en un botín al alcance de cualquier funcionario avivato y desvergonzado que desee hacerse rico de la noche a la mañana.
La queja, ahora, del presidente del Tribunal Constitucional, doctor Milton Ray Guevara, sobre el desacato de más de 90 sentencias de esa alta corte, es otra penosa evidencia.
Es una afrenta al estado social y democrático y, por ende, a la Constitución misma, como ha dicho certeramente el magistrado Ray Guevara.
Por igual se puede decir de la perversa cultura del contubernio arraigada en las instituciones llamadas a defender la seguridad nacional, con la participación de autoridades en el apañamiento del tráfico de drogas, armas, inmigrantes y toda suerte de ilícitos.
Con un cuadro así no podemos aspirar al desarrollo. Esta falta de institucionalidad es el reverso. El auténtico subdesarrollo del que el país todavía no ha salido ni parece que saldrá mientras persistan estas graves anomalías.