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Lo que el diluvio enseñó

El torrencial que se descargó sobre la capital el viernes, con saldo de ocho personas muertas y daños considerables, sirve de lección en muchos sentidos.

Ya hemos advertido que los problemas de drenaje pluvial constituyen un grave riesgo en una metrópolis enferma y la única opción es enfrentarlos.

Ante la gran inundación y las violentas escorrentías en las vías de la ciudad, hay que echar una mirada al calentamiento global y al cambio climático.

El diluvio del viernes, sin que fuera provocado por un ciclón, es una señal de que la constante agresión al clima, no es una mera teoría.

Quienes vivimos en una isla estamos expuestos a fenómenos climáticos cambiantes y es necesario ocupar el espacio con responsabilidad.

Por igual, ante la evidencia de lluvias en cantidad tan grande que es imposible gestionar con las carencias de drenaje, la autoridad no debe limitarse a informar que lloverá.

En situaciones similares a la vista, el gobierno debe disponer medidas para preservar la vida de la población, con suspensión de labores y restricciones de circulación.

Es preferible que la prevención sea excesiva aunque la magnitud del peligro no se materialice, porque peor es llorar muertes de gente que laboraba como si fuera una lluvia más.

Ciudadanos y autoridades debemos aprender la lección del viernes para no pagar un precio tan alto en vidas y propiedades por falta de precaución o de restricciones puntuales.

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