Las renovadas fortalezas de los impresos
Contra todos los pronósticos de un desplome imparable, los diarios impresos han emergido después de la pandemia con renovadas fortalezas para seguir siendo referentes del periodismo veraz e independiente.
Algunos que cerraron aplastados por la caída de los ingresos y la circulación han comenzado a resurgir, como el ave fénix, de las cenizas de su sepultura, con sus todavía limitados recursos, pero listos para recuperar algo del mercado.
Otros que se transformaron en digitales han encontrado el oxígeno financiero básico para reintentar el renacimiento y reconectar con sus tradicionales lectores.
A todos les favorece un valor intangible que, en sentido general, representa la fortaleza de los diarios veraces y responsables: su confiabilidad y credibilidad.
Confiabilidad en el manejo profesional de sus contenidos. Credibilidad en las historias que publican, sometidas al rigor de los filtros y exámenes que las depuran de inexactitudes, maniqueísmos o datos falsos.
Su recuperación viene dada, justamente, por esas fortalezas, a raíz del surgimiento de otra pandemia terrible: la de la desinformación que circula aluvionalmente por las plataformas digitales, haciéndole un daño terrible a la credibilidad de sus fuentes.
Pero más allá del factor credibilidad, el otro aspecto que permite a los diarios recargar sus baterías es el de la calidad de sus contenidos.
Me refiero a aquellos que profundizan los aspectos claves de las realidades existenciales bajo la pandemia, que permite vislumbrar los perfiles de un mundo transformado con los mejores insumos para el conocimiento y el discernimiento, el contenido escrupuloso, ceñido a la verdad y a prueba de contrastes.